Wednesday, June 29, 2005

The rest is silence

En mi tumba tengo vercos (sic)

Hoy estoy de buen humor: no tosí, nuevamente creo que puedo pasar de los cincuenta, en mi imaginación la muerte ha vuelto a ser esa cosa lejana.
Hoy, no sé porqué justo al sacar la tarjeta magnética de la máquina del colectivo, me acometió una certeza: "The rest is silence" (las últimas palabras de Hamlet) no significaban originalmente "el resto es silencio". Ese "rest" significa descanso, no "resto". Me senté junto a la ventanilla y empecé a pensar a qué sentido sonaba "the rest is silence" en los oídos de un inglés del siglo XVII. Sonaba, seguramente, a distorsión de la fórmula tradicional de bendición a los muertos: "rest in peace". Claro, el dispositivo del personaje loco, en la época de Cervantes y de Shakespeare, era la coartada para permitirse el disparate, la parodia, el desvío, la "desautomatización" (Chlovski), el "foregrounding"...
Mientras miraba mi reloj y levantaba la vista para ver pasar los carteles anticuados de la zona sur pensé también que solamente los poetas y los locos se escriben (o pronuncian, como Hamlet) sus propios epitafios.
En Rosario, el poeta vagabundo y loco Cachilo murió de frío en la calle junto a una tapa de caja de pizza donde había escrito, en crayones de colores:

"Cadáver resto.
Disculpe si molesto."

Llegué a mi antigua casa y mi inquilina me puso al día de los trastornos del lugar. Hay humedad. Hay dos fantasmas. Uno de los fantasmas es bueno. Ella es la segunda que lo ve. Sin que yo les sugiriera nada, sin ponerse de acuerdo entre sí ya que nunca se conocieron, ambos videntes lo apodaron igual: "Es tu abuelo", me dicen. La otra "presencia" es la de una mujer, joven, bella, morena, de rasgos criollos levemente aindiados. Una mujer fue asesinada en esa casa, por su marido, a principios de siglo. Yo no le había dicho nada a mi inquilina para no sugestionarla. Pero parece que no hicieron falta presentaciones.

Recién ahora, casi a las dos, me pongo a blogudear y me entero de que Gus Nielsen quiere estos versos de un poeta chino (autor de su propio epitafio) en su tumba:

"¿Quién pensará en mis vergüenzas
dentro de diez mil años?
¿Quién pensará en mi gloria?
El único pesar que traigo de la vida
es no haber bebido suficiente vino.”

Tuesday, June 28, 2005

Hamlet, acto III, escena 1

¿Qué es más noble? ¿Sufrir interiormente
los hondazos y flechas de una fortuna adversa,
o tomar las armas contra un mar de problemas
y por oposición ponerles fin?


La primera vez que leí estos cuatro versos, segundo a quinto del famoso soliloquio que empieza "Ser o no ser, esa es la cuestión" le di el sentido de una defensa de la acción. Resulta, si se sigue leyendo el texto, que lo que hace Hamlet en el soliloquio en cuestión es evaluar la posibilidad del suicidio. ¡Qué decepción! Prefiero aferrarme a esa primera impresión, optimista, la de alguien que emprende la lucha armada contra sus propios problemas -con las armas que sean- y sale vivo y victorioso.

Mi lectura es literal y antigua. ¿Qué le pasó a la Modernidad, que ya desde temprano produce saberes tristes? ¿Acaso una obligación de éxito y felicidad lleva a los modernos a presuponer que sólo queda matarse ante la adversidad y la pena?

¿Como si no fuese posible cambiar la suerte, hallar la alegría al cabo de una lucha?

Monday, June 27, 2005

zona sur

Hoy salí a hacer las compras y vi luz en la casa de un amigo de la adolescencia que es vecino mío. Vive a una cuadra de casa, los dos frente a la misma plaza del sur.
¿Con qué excusa visitarlo? Me acordé de que le había prometido un ejemplar de mi novela Reality. Él fue quien me aconsejó leer a Jim Thompson cuando le dije que quería crear un universo de ficción completamente maligno, y que estaba buscando la voz del asesino y no la encontraba. Ni hizo falta leerlo: justo pusieron en el cable una película basada en una novela de él, recordé el consejo de mi amigo cuando vi ese nombre en la pantalla, me quedé a verla y encontré exactamente el mundo de ficción maligno y la voz del asesino que buscaba.
No me decidía a llevarle el libro, pero tuve que salir a hacer una compra más que me había olvidado de hacer (además el aire, por un rato, fue húmedo pero templado) y se lo firmé y se lo llevé. Mi amigo estaba ocupadísimo mirando una película mientras su cabeza trabajaba a mil en el retorno del héroe de la historieta policial que él escribe y dibuja (y que a mí me parece excelente, él lo sabe). Me explicó todo eso sin ninguna afectación, como quien dice uy, justo tenía cebolla en el fuego y por eso demoré en abrir. Le dejé el libro. Se reía de la alegría: la de mi visita, mi libro, la dedicatoria, poder contar eso que se estaba produciendo en su mente, esas ideas cociéndose al fuego de una buena película. Quedamos en llamarnos, en vernos.
En el barrio vivimos tres escritoras y un escritor, él. Cuento solamente la gente que hace cosas que me gustan. Todos somos muy de estar en casa (yo no era así, salía mucho más cuando vivía cerca del centro), nos cuesta salir, vivimos encima de esas plantitas de nuestra escritura, cuidando su riego y su alimentación a base de libros y películas en video, los hombres y mujeres sensibles del barrio del sur.
A veces salimos al aire templado del exterior, que tiene la magia de las primeras salidas nocturnas, y es como si el mundo fuera nuevo otra vez.
Ahora el aire está pesado y hay un olor a mierda bárbaro.
Ya nos pasó esto otras veces.

Mondo blog

Quién está, quién no va a querer estar nunca; quién pertenece, quién no. Quién viene de afuera, quién de adentro. Cómo nos imaginan desde afuera, quién tiene derecho a opinar. Quién me va a echar, con qué autoridad, de un espacio totalmente democrático (razonamiento también empleado por los hippies borrachos, los gutter punks y los artesanos alcohólicos que invaden las fiestas de los anarquistas).
El zumbido de todas esas preguntas es lo que me agota del mundo blog. No tanto el blog en sí, sino el rumor que se está generando en torno a él. Y que cuando viene de adentro podrá ser seguramente más legítimo, pero al ser autorreferencial se torna más aburrido todavía.
Salvo que alguien vaya y diga algo realmente interesante sobre los blogs pero AFUERA de los blogs, cosa que en algún momento sucederá (y ya no falta mucho).
Mientras tanto, los textos cuelgan en el cyberespacio. Buenos o malos, se acumulan día a día y ahí quedan, de ahí no se van. Todo este viento vano no les despeina ni una sola eñe de sus palabras.

Sunday, June 26, 2005

Hamlet, acto I, escena 4

¡Ángeles y ministros de la gracia nos defiendan!
Seas un sano espíritu o un duende maligno,
traigas contigo aires del paraíso o chispas infernales,
sean tus intenciones perversas o amables,
vienes bajo tan dudosa forma
que te hablaré: voy a llamarte Hamlet...

(Trad.: B. V.)

La voz

Tenía preparado desde hace varias semanas (por las dudas, por ninguna razón en particular), guardado en mi blog como borrador, un post de despedida (*). Iba a usarlo hoy, pero me desperté con un ataque de tos. Internet se ha vuelto irrespirable, pero el blog es mi voz. La idea de abandonarlo me resulta tan insoportable como la de seguir escribiéndolo.
Lo segundo, tal como están las cosas, es heroico. El heroísmo me resulta inaceptable. Creo que el heroísmo es básicamente una expresión de inmadurez. La gente madura tiene que volverse prudente, conocer sus límites, aprender a cuidarse. La sociedad tiene que entender que uno ha sembrado y es hora de que coseche algo, aunque sea un poco de respeto. No se puede estar toda la vida empezando de cero, peleando desde abajo. Bah, como poder, se puede, pero es insalubre. Ya luché sin tregua desde mi niñez, defendiéndome siempre contra los habitantes extremadamente malignos de un hogar violento que me hubiera salido más barato abandonar; y todo por honor, por ese honor de quedarme y pelear. Logré no perder mis bienes, pero me costó una EPOC que me destruye bastante la calidad de vida.
Había tomado este año la decisión de no permitir jamás que nadie volviera a hacerme daño. Mi seguridad, mi integridad, son prioritarias. Y yo soy responsable. Es un deber ético que he adquirido para conmigo, no permitir que me dañen. Desoír todo discurso perverso, desaparecer de cualquier lugar donde se emitan esos mismos discursos perversos que en mi niñez fui obligada a escuchar en silencio hasta el hartazgo. Matar en defensa propia, huir si es preciso. Cualquier cosa con tal de que nadie vuelva a vulnerar mi integridad física ni moral nunca más, por lo menos en el tiempo que me queda.
Pero necesito esta voz. Escribo porque NO HABLO, porque me olvidé de cómo era hablar. Hace dos años que cuando quiero hablar lo que me sale es tos. Estuve pensando en emprender acciones que me lleven a tener una vida más "real", pero sé que si voy a ver a un editor me agarra tos, si voy a un diario me agarra tos, toso en un aula, en cualquier reunión, en cualquier lado. No puedo estar en un bar, en un boliche, en ningún lugar público. No puedo leer mis poemas ante el público porque las lecturas de poemas en Rosario se hacen siempre en bares y en un bar todo el mundo fuma y mis bronquios estallan.
Así que no me voy ni me quedo.
Es la situación de la pesadilla del post anterior.
Pavada de conflicto, y encima -esto no lo hago desde un laburo, sino desde casa- a la conexión la pago yo. Es lo mejor que encontré para hacer: quedarme en casa escribiendo. Si salgo, afuera hay humedad, frío, gente que fuma, un aire contaminado que me hace bolsa los bronquios. Si quiero charlar con alguien, termino siendo esa persona amabilísima que lo único que hace es escuchar. Y salvo honrosas excepciones, escucha una estupidez tras otra. Cuestión que hasta que no salga una ordenanza municipal que prohíba fumar en los lugares públicos, tengo que quedarme en casa. Escribiendo.
(Lo que voy a hacer es leer menos.
Sorry, lo hago por mi salud.)

POSDATA: Me había parecido oír otra vez ese horrible ruido de hachas afilándose, y encima todo lo que escuché después fueron voces alegres dispuestas al martirio; pero a lo mejor es una falsa alarma, meras coincidencias, y me preocupé al pedo. Ojalá.

(*)= ACLARO: de despedida SÓLO DEL BLOG (¡nota para arruinarle la ilusión al archienemigo que se haya imaginado cosas piores!)

Saturday, June 25, 2005

Pequeño saltamontes:

La desesperanza parece siempre sabia, porque es más probable que ella y no la esperanza acierte en lo real, donde al haber mil errores posibles, la buena suerte es rara.

Se llega a la desesperanza por esa evolución particular que consiste en:

1. querer, desear
2. esperar
3. seguir esperando
4. desesperarse

cuando mejor hubiera sido:

1. querer, desear
2. intentar
3. fracasar
4. desesperarse

Ninguno de los dos caminos lleva a la sabiduría.
Pero el segundo, por lo menos, es un camino.

pesadilla oracular

1. Noche

Soñé que vivía en Buenos Aires y tenia dos casas.
Una era la casa de donde tenía que salir; la otra, a donde tenía que llegar.
Guardaba un par de zapatillas en cada casa.
Era de noche, en invierno. Me abrigaba -pero no me calzaba- e iba de una a otra en medias -gruesas, de lana- pensando "Total, me pongo las zapatillas cuando llegue".
Y no llegaba nunca porque me había olvidado la dirección.
Entonces, volvía a la anterior. En el camino, mientras tanto, se me iban ensuciando las medias y la gente me miraba mal.
Pero tampoco llegaba a la anterior porque no me animaba a cruzar una ancha explanada de asfalto por donde pasaban muchos ómnibus y el asfalto estaba lleno de grasa.
Las manchas de grasa no salen de las medias de lana.

2. Día

Armé un libro de poemas y lo mandé a mis editores en Buenos Aires.
Sale el año que viene.
Esto del mundo blogger, la verdad, me está cansando.
Pero... ¿esperar UN AÑO?
Y sí, son esos los tiempos de los libros.
Hay un mientras tanto de oscuridad, silencio, encierro.
Desde que me compré pantuflas, no uso zapatillas en casa: cuando paso varios días sin salir, trabajando en la PC y mandando los trabajos por correo electrónico, siento esa sensación de los pies como descalzos.

3. Noche

Los pies calzados han pasado a simbolizar para mí -en una metáfora literalmente pedestre- la calle.
Pesadillas con calles. Una pequeña luz en la oscuridad: motivo recurrente en mi poesía y eje de mi libro nuevo. No se trata de la luz al final del túnel: es algo un poco más enigmático. Quizás sea un símbolo de la esperanza vana (de la esperanza sin el contenido verdadero de lo posible), o de una fe que es pura voluntad.
El libro poético de Fontanarrosa, en el otro sueño, era el mío.
También era un poco (hice una vez un intento de escribir en Verano/12) el no-blog del no-F.: algo que no es de quien dice ser, un agujero en el ser, una nada simétrica a la de mis libros que aún no salieron y en el medio, derrumbándose, la esperanza de que esta zona virtual se ennoblezca, o por lo menos se vuelva un poco más sólida, se convierta en la literatura o en el periódico que no es.
Mi inconsciente ha estado tratando de decirme que tengo que volver a ocuparme de mis libros de poesía.

4. Día

Ya no hay diarios para mí, una pérdida a la que no puedo resignarme. Y entonces cultivo esta sombra luminosa del diario.
Pero algo sale mal, algo vuelve a salir mal: en mi pesadilla salgo a la calle y me dejo los zapatos en casa.
Estar en ningún mundo.
Olvidar la dirección de la casa donde quedaron mis zapatos.
Peor aún: haber olvidado la dirección de la casa donde mis nuevos zapatos me esperan.

5. Noche

Un zapato que espera: la fe ciega.
Un zapato perdido: cuento de hadas.
La esperanza, sin ningún objeto real.

6. Día

Grados de ingenuidad sintomáticos, patológicos.
De ambos lados: el de quienes nos equivocamos, y -peor aún- el de quienes creían que no íbamos a equivocarnos.
Pero no hay culpa en no ser perfectos.
Sí en esperar la perfección de otro.
Culpa por haber esperado la perfección de otro.
Basta de esperar.
Poner fin al autoexilio.
Reemplazar la esperanza por la acción.
Hay que volver a forjar el mundo.

7. Noche

Para buscar los zapatos hay que cruzar la calle en patas, pero un poco de grasa en las medias nunca mató a nadie.

Friday, June 24, 2005

Che, superyó...

Me acuerdo de que a los once años, cuando decidí empezar a escribir, empecé también a tener terror de perder la vista. Ya sé que el despertar sexual, la angustia de castración, etc., todo tuvo que ver, valga la redundancia. Pero uno que encarrila el propio deseo por la vía de la sublimación, no va que teme el castigo yocástico igual. Después, un poco más grande, seguí escribiendo y empecé a temer la pobreza crónica, el alcoholismo crónico. Claro, ya había leído la bio de Poe. A los once conocía a Borges, por TV si mal no recuerdo. Era imposible no conocerlo, era una figura mediática fuerte allá por 1976.

En los años sucesivos del Proceso se fue convirtiendo en EL escritor nacional, casi como Lugones en su época. Pero un poco más grotesco. Mario Sapag lo imitaba, con un famoso latiguillo: "Disculpe mi ignorancia". Por televisión también se hacían chistes confundiéndolo con Graciela Borges ("Ah, ¿el marido de Gracielita escribe?", dicho en Hupumorpo por Gabriela Acher poniendo voz de modelo tarada). Chistes que hoy no nos causan gracia porque se basaban en el anticuado supuesto de que un escritor necesariamente es más importante y célebre que una actriz. (O que un futbolista. Me acuerdo de uno que hice en 1986: "Borges ha muerto, viva Maradona". Lo tuve que decir en voz baja, porque era muy escandaloso para la época.)

Borges también salía en la revista Gente. Nos daban poemas y cuentos suyos para analizar en la escuela. Guardé durante años una foto a toda página de él con su gato, Beppo. Ya no junto fotos de escritores. Sí fotos de gatos. Tengo -en versión digital, bajada de un blog- la de Cortázar con Theodor Adorno; Theodor Adorno el gato, no el filósofo alemán.

Cuando, ya de adolescentes, mis amigos, mis amigas y yo garrapateábamos nuestros primeros cuadernos no escolares, también nos escribíamos cartas llenas de metáforas y dibujos, y nos volábamos la mente con la literatura fantástica breve del viejo a falta de peores drogas. Y nos hacíamos bromas, con miedo: "Qué va a saber ese ciego", decíamos, como si fuera un destino trágico pesando sobre nuestra escritura, mientras de fondo sonaba la queja materna ante la economía inflacionaria: "Esto nos costó un ojo de la cara". ¿No producir (yo creía que escribir era no producir) me iba a costar los dos ojos?

Lo de la pobreza, a esta altura, es un miedo confirmado y un hecho. Pero tampoco es LA tragedia. Al alcoholismo no llegué ni llegaré, creo que por falta de paciencia. De lo que no logro librarme es de ciertas pesadillas: tinieblas, muerte. Males que paso a la obra para que no me alcancen. ¿Miedo de ir a la hoguera por practicar la magia? ¿De que el avión se me ircerdie, por cantar como Gardel? ¿No me doy cuenta, todavía, de que no canto como Gardel? Sí me doy cuenta. Pero es de darse a uno mismo amor incondicional, de eso se trata: una relación con el ideal tan audaz como culposa.

¿Es acaso barato el propio deseo?
¿Será incestuoso el deseo de escribir?

Che superyó, ¿aceptás cheques?

Atrápame si puedes

Al falsificador e impostor Frank W. Abagnale Jr. el FBI tardó más de cuatro años en capturarlo. Para cuando lo agarraron, había pasado cheques falsos y sin fondos por dos millones y medio de dólares. Y encima después se ganó unos cuantos más, en buena ley, como experto en fraudes. No conforme con lo cual escribió un guión para Hollywood, se lo filmó Steven Spielberg, y Leonardo Di Caprio hizo el papel de él.

A este perejil, en cambio, lo desenmascaramos en su segundo post. Es muy probable que los dos días durante los cuales nos agarró de pelotudos hayan sido los únicos días felices de su vida.

Thursday, June 23, 2005

Extraño sueño con Roberto Fontanarrosa

Material onírico para las páginas amarillas

"Quiero escribir ahora un libro SERIO" decía Fontanarrosa, en mi sueño (en mi sueño tenía la cara de Horacio Vargas, pero no era Vargas, era él, Fontanarrosa) y me llamaba para que lo ayudara a organizarlo, justamente él, con la experiencia literaria que tiene. En realidad al libro ya lo tenía escrito y solamente había que ordenarlo, pulirlo, seleccionar los textos según algún criterio. Era un libro de cuentos muy poéticos, y todos tenían que ver con la memoria; pero (como yo le explicaba cuidadosamente en mi sueño, en una charla que teníamos en la esquina de Dorrego y Córdoba) con una memoria acumulada por los objetos, acumulada en el desgaste de los objetos como imagen del tiempo de vida transcurrido. Fontanarrosa me pagaba treinta pesos por la "sesión", me acuerdo (aviso: por un trabajo así en la vida real cobro mucho más). Y pagaba con cambio.

Vaya uno a saber qué carajo me quise decir.

Wednesday, June 22, 2005

El crítico

Sigue sin bendecirnos, y encima se borra.

Lo Que Se Dice, Un Link Muerto.

Sunday, June 19, 2005

Balzac en Prozac

(picadillo fino)


I. películas con escritores/as


1. La dolce vita, de Federico Fellini (1959)

2. Julia, de Fred Zinnemann (1977)

3. Providence, de Alain Resnais (1977)

4. El amor en fuga, de François Truffaut (1979)

5. Betty Blue, de Jean-Jacques Beneix (1986)

6. Barton Fink, de Joel y Ethan Coen (1991)

7. Smoke, de Wayne Wang (1995)

8. El tiempo recobrado, de Raúl Ruiz (1999)

9. El secreto de Joe Gould, de Stanley Tucci (2000)

10. 2046, (¡BODRIAZO!) de Wong Kar-Wai (2004)


A la lista de Fresán le agrego mi top five:


11. The Pillow Book, de Peter Greenaway

12. Un ángel en mi mesa, de Jane Campion

13. El almuerzo desnudo, de David Cronenberg

14. Deconstructing Harry, de Woody Allen

15. La flor de mi secreto, de Pedro Almodóvar



II. Saer, el chamán

¡Seño, seño, denos un ejemplo de discurso falocéntrico!

"Queda la constelación de estrellas de variada intensidad, la hermandad de iguales construyendo entre todos eso que se llama una literatura y que los grandes escritores hacen solitos. Pobre consuelo. La literatura se resigna a la democracia cuando no le queda más remedio, pero lo suyo es el culto del héroe."

¡Largá el FAL, Gamerro!

Fuera de joda, yo tampoco soporté El limonero real.
Pero qué epitafio: "Supo hacer llover como nadie".



III. alguna pregunta...

¿Habré envejecido? ¿Madurado? ¿Habrá cambiado todo y no me di cuenta? ¿Por qué será que de pronto el que hasta hace poco era mi suplemento cultural favorito, en vez de aliviarme el tedio del domingo, me lo exacerba?
¡Qué opio (como decíamos en la secundaria) este boludear con el diario y el marcador en la mano, estos jueguitos de verano en pleno invierno!
Uf. Estoy tan aburrida que me voy a poner a trabajar.


IV. día del padre

¡GOL de Newell's!
Ya me siento mejor.

Y mañana va a ser el día de la BANDERA, con justa razón.

escritura: instrucciones de encendido

A Fernando


El acto de escribir es precisamente eso: un acto. Funciona por acción y reacción. Se escribe por bronca, furia, frustración, maravilla, asombro, perplejidad, enamoramiento súbito e irrealizable. Se escribe como quien llora, o como quien ríe, o como quien saca un cuchillo y mata. Se escribe como se sangra, es decir: para limpiar una herida con los propios recursos del organismo. (Entre los que necesariamente tienen que contarse buenas lecturas, y cierta ambición de estilo.)

La vida está hecha de rituales, y la escritura también. Barrer el estudio, poner agua para unos mates, leer unos versos o un artículo de un autor favorito: conviene repetirlos día a día una vez que hayamos comprobado que funcionan. De Truman Capote dicen que solamente escribía acostado y en un determinado tipo de papel amarillo.

Jorge Mayer cuenta en su blog que él sólo puede escribir en Word o RTF. Yo me resistí mucho a cerrar para siempre la funda de mi vieja Olympia portátil, en la que escribí desde los quince años. Aún hoy me paralizo ante el Word y siempre necesito hacer primero mis borradores en archivo de texto, una manera de volver un poco a la máquina (que conservo).

Hace muchos años una ordenanza municipal prohibió en Rosario el uso del incinerador, que en el edificio donde pasé mi niñez fue el destino de más de una cotorrita o ratita muertas de muerte natural. Y me recuerdo haciendo papel picado con mis poemas juveniles malos hasta volverlos ilegibles. ¡Cuadernos enteros, sumados a la basura que hoy por culpa de esa desatinada idea europeizante cubre la ciudad! En nuestra época tenemos la suerte de que con un clic del mouse nos deshacemos mucho más fácilmente de esos cadáveres.

En esto se avanza a borde negado, por decirlo con una metáfora náutica. Una regla: lo que no se tira, se publica. Otra: de lo que se publica, guardar ejemplares.

Haber escrito es desdichado; estar por escribir es terrible; pero estar escribiendo es la bienaventuranza misma, y una vez que nos acostumbramos a la página en blanco y adquirimos el hábito de lanzarnos al vacío (es una disciplina, como la de los paracaidistas de la Fuerza Aérea) nada podría resultarnos más glorioso que escribir.

Friday, June 17, 2005

Escampa

Seis años de tortura, los pulmones deshechos;
sin embargo tu despertar es alegre, tu sueño es bueno,
también hoy un fruto abrirá sus colores de otro mundo.

La sangre ha parado su aguacero de pérdida:
no hay abismitos rasgando la luz como llagas,
hubiera sido ya no lacera a lo que existe.

Seco y dulce es el eco de muertas amistades.

Nuevas voces arraigan en el humus, piadosamente
susurran: "Se hizo lo que se pudo". Fértiles, sepia
se han vuelto los cadáveres en su quietud fotográfica.

No es por temor que hablamos en voz baja. Nos gusta
esta transparencia de acuarela, el barco hundido
lanzando sus destellos. Sonreímos.

Los animales de mi casa nos miran.

Leviatán

¿Cómo es -me preguntaba anoche
un poeta- que las mujeres saben?
Siempre saben, a veces me da bronca.

Murmuré algo sobre la función materna,
fantasmas; palabras de tierra firme.
No le conté el secreto:

no le dije que el sentido es un gran pez
en el centro del mar, una enorme criatura
de cuya existencia se habla, pero que nadie ha visto

salvo nosotras cuando las preguntas de los hijos
o cuando nuestra propia curiosidad -que es mucha-
nos impele a arponearlo por extrañas aguas nocturnas

de las que no sabemos si vamos a volver hablando
sensatamente, o balbuceando hasta morir.

Thursday, June 16, 2005

Navegar es preciso

(vivir, no tanto)

Notas sobre el blog como un nuevo género... ¿literario?



La palabra "literario", en el sentido de los géneros tradicionales, le queda antigua al blog, que es revolucionario por su propia naturaleza técnica, como lo fueron en su momento la imprenta de Gutemberg, o la fotografía gracias a las instantáneas Kodak.

El blog, por naturaleza, es misceláneo. En su forma técnica se combinan con total comodidad el zapping y la instantánea. Los blogs prometen convertirse en el gran revival del coloquialismo y del costumbrismo, en la resurrección electrónica de la non-fiction. Así como la literatura epistolar del siglo XVIII fue recuperada por los subgéneros que nacieron en el XIX junto con el boom del periodismo gráfico: la "causerie" (Mansilla), o "Table Talk" (William Hazlitt), o el "sketch" (Thackeray), del blog son esperables nuevas producciones magníficas en la línea de un género literario-periodístico-autobiográfico mixto en la vena de Fray Mocho o de Tom Wolfe o de Hunter S. Thompson, o de P. J. O'Rourke en la Rolling Stone, o de las "aguafuertes porteñas" de Arlt. El oportuno blog promete sustituir las rotativas por la Red, ya que justo ha nacido cuando la voz personal, la del sujeto, desaparecía de los diarios.

Lírica en el "peor" sentido: el blog ofrece a sus lectores el discurrir de una primera persona del singular como espectáculo.

En una sociedad que se piensa a sí misma como democrática (aunque esté lejos de serlo), el "privilegio" del talento se ve desde el llano como una cabeza real que cortar. Muchos blogs celebran el no somos nada, no tengo nada que decir, nada soy y me encanta no serlo; quienes los escriben no se ven a sí mismos como escritores. Otros somos bloggers y escritores. El blogger-escritor típico suele sentirse al margen o no reconocido, y lo declara a menudo en su blog.

El lugar social imaginario del escritor fue construido en el Romanticismo. El mercado editorial se lo apropió, pero sin cambiarle demasiado el sentido, que es este: el poeta es el vate, un ser superior al común de los mortales, tocado por la inspiración divina. En suma, se lo supone dotado de algo que la mayoría no tiene, y peor aún: se lo imagina situado en un lugar deseable al que la mayoría no puede acceder. Pero en una sociedad que descree cada vez más de las credenciales -a la vez que las exige sin piedad-, los blogs ofrecen un llano donde medirse a fuerza de talento, garra, estilo y nada más.

Sería insensato no aprovechar el blog como línea de fuga, como vía de escape, como la posibilidad de dar a leer una escritura directamente al lector, sin intermediarios. Internet es el Far West, la Terra Incognita, América, la esperanza de los desesperados; Internet es el reverso semisecreto de lo público.

Los bloggers somos "lectoescritores y prosumidores", actores sociales contemporáneos. Todo blogroll (lista de enlaces a blogs) se abre en rizoma. La mejor hora para navegar es de noche, bien tarde. Hay que andar por los pasajes bloggers a paso de paseante, de cyberflaneur. Una pose Baudelaire no desentona: amar y apasionarse por lo humano pero desde un cierto grado de anonimato, distancia, encuentro efímero y casual. Las amistades bloggers son puro azar rizado sobre sí y que por milagro retorna. Una estadística de flujos de azar recurrente de la amistad, una estocástica entre tanta estocada del mundo "real".

Bloguear, como decía Italo Calvino refiriéndose por supuesto a otra cosa, "exige atención y aprendizaje continuos: se trata de buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio."

"Aun en sus textos más ambiciosos, un blog es siempre el último texto, algo así como un cadáver al que conviene no tocar para no mancillar la evidencia del crimen. Un blog es hoy mismo... Todo blog es algo menos que póstumo, pero no encuentro la palabra apropiada para el concepto." (Jorge Mayer)

"...el blog, es apasionante, es actual, no es letra muerta, puedo sentir que el escritor está allí nomás del otro lado, siento su humor, desprecio, ironía, depresión, alegría, honestidad o su reclamo de atención. Y además, con suerte leerá mi comentario." (María Gracia)


"Lo novelesco sin la novela"; "un cadáver exquisito sin tumba" (Daniel Link)

"Habremos sido una conversación." (Martin Heidegger, "Hölderlin")

Wednesday, June 15, 2005

De funerales, bodas y pesadillas

Soñé que caminaba por la calle de madrugada con un grupo de gente (éramos un curso, unas veinte personas) en medio de la oscuridad más absoluta. Hasta ahí la repetición. Pero lo novedoso, la variación, fue que en medio de la tiniebla yo sacaba una monedita de mi bolsillo, la levantaba por sobre nuestras cabezas, y la moneda brillaba con un resplandor dorado que nos iluminaba a todos.

Monday, June 13, 2005

De puteríos, claustros y consagraciones

"El conventillo" o "el puterío": esos son los apodos que circulan en mi blogosfera amiga para nombrar esa cosa, esa bola de nieve con un oportuno muerto adentro, que anduvo rodando este fin de semana en dos suplementos culturales pertenecientes a la misma empresa, pero especialmente en uno de ellos: el Ñ. (Ver enlace en mi post "Pelea las pelotas: Ñ, tu debate me abate").

El Ñ montó una superproducción y al final mostró la hilacha. El cronista Gabriel Lerman en Radarlibros, en cambio, casi sin proponérselo, tiró con mucho tino de la lengua de José Pablo Feinmann. Sin nada que perder, contento porque acaba de terminar de publicar su trilogía de novelas filosóficas con la que empezó hace cuarenta años (¡ESO es paciencia!), el viejo escritor destapó una olla desde donde salió exactamente el mismo olor que todos venimos sintiendo desde hace veinte años. Dijo exactamente lo que tenía que decir, y diciéndolo corrió el eje de la discusión. Sus declaraciones (ver fragmento de la entrevista y enlace a la fuente en mi post "Un Rashomon santafesino") revelaron una construcción falaz, dejando al descubierto la artificialidad de los criterios en que se fundamenta la dicotomía "academia versus mercado" que constituyó el eje de la nota en Ñ.

El gran deschave de Feinmann puso en evidencia la falsedad de cierto supuesto, hasta ahora indiscutido, en el que se cimienta o se cimentaba el poder académico. El supuesto en cuestión es que si la academia protege a los escritores que escriben raro, en difícil, o en un estilo no apto para todo público, lo que está protegiendo con eso es el propio deseo del escritor. Tal supuesto se monta a su vez sobre otro, que le proporciona su marco y su sentido: el del mercado como el gran prostituidor. El sustrato, el bottom line de este argumento es que el mercado te quiebra, te pone perversamente a merced del deseo del otro, te somete a las fantasías de la masa, en suma: convierte al escritor en una puta.

La salvación del destino de mercancía ¿estaría entonces en ese convento de monjas restitutas que es la academia?

Allí por ejemplo Martina la detectivesa detectora de conspiraciones, si no hubiera dado el mal paso de ese premio que ganó, sería una respetabilísima Sor Guillermina que contaría a lo mejor los mismos crímenes que tanto la obsesionan pero los contaría como a ella se le antoje, por ejemplo con mucha coma y ningún punto a lo largo de párrafos de varias páginas; es decir, los contaría como Dios manda, o sea como manda Saer que está en el cielo desde antes de ayer.

Así son, por ejemplo, las primeras páginas de "Segundos afuera" de Martín Kohan. Kohan narra el combate Firpo-Dempsey en ese estilo comatoso que Saer consagró. Le sale bien, admitámoslo. En realidad no tengo nada contra Kohan salvo la ligera irritación de ese déja vu que me llevo a cerrar su libro y dejarlo donde estaba. (A diferencia de lo que me pasa con los libros de otros contemporáneos: Patricia Suárez, Roberto Bolaño, Michael Chabon, ante los cuales si tengo que lidiar con el impulso de no comprarlos es porque se trata más bien del impulso -hasta ahora reprimido: siempre termino pasando por caja- de robarlos, de huir románticamente con esos libros.) Quiero decir: lo que encontré en esas páginas de Kohan creo que tampoco era su propio deseo. ¿Pero cómo saber si escribió lo que él quería? ¿Quién está en condiciones de saber por dónde pasa el propio deseo de otro? ¿El crítico? ¿El autor? ¿Su analista? Esto, más que preguntas sobre Kohan, es un koan (zen) de respuesta imposible.

En otra sección del mismo diario Página/12, la psicoanalista Magdalena Gonzalez se basa en lo oído y elaborado en la clínica para hablar del daño psíquico que sufren las mujeres en situación de prostitución, con sus cuerpos a merced del deseo del otro (ver: La otra tortura). No sólo de los clientes: en la clínica salta el papel destructivo del cafishio. ¿Qué le dice el rufián o "marido" a la puta? Le dice: “No sos nada”. Esta "relación de dominación" es "a veces absoluta". ¿Y qué le hacen creer a los escritores los críticos que los 'consagran'? Que sin su beneplácito crítico ellos no existen, son del montón. Que si caen en desgracia con el semidiós que los favorece, no se van a poder levantar nunca más. Dando vuelta la metáfora del puterío en la dirección opuesta, me permito parafrasear el texto de Gonzalez y decir que al escritor 'consagrado' sólo le resta el ser utilizable por el prestigio que proporciona, pero a la vez se le hace sentir que no tiene valor.

La academia como guardiana del deseo: tal el mito, tal el grito de guerra que parece lanzar al aire Damián Tabarovsky en su "Literatura de izquierda". Digo 'parece lanzar' porque no leí todo su libro, sólo los extractos que fueron publicándose en sus reseñas y en la nota de Quintín en TP. Lo que decantó de todos esos fragmentos es esta divisa, este lema: "Por una literatura sin lectores". Donde dice 'sin lectores' léase: 'leída sólo por los críticos'. Y donde dice 'críticos' léase 'críticos de la academia, los demás son opinólogos aficionados'. ¡Qué vivo, así cualquiera es francotirador!

Aleg(o)ría: Cualquiera queda como un paranoico y un imbécil si dice que a Lee Harvey Oswald le pagó las municiones la CIA ("¡y si no me creen pregúntenle a Oliver Stone!") pero Feinmann no es cualquiera y si Feinmann dice que la directora de la revista Punto de Vista es la operadora literaria de los últimos veinte años, habrá que creerle... o mejor todavía, entender que Feinmann incurrió en una sinécdoque involuntaria de nombrar a la parte por el todo y que donde dice "Beatriz Sarlo" (¡Hey, Google!) debería referirse a todo el staff de la revista en cuestión y sus adyacencias, no sólo a un (siempre femenino) chivo expiatorio.

Humilde opinión: Toda obra literaria busca su lector. En parte lo descubre y en parte lo construye, lo educa, lo inventa. El falso dilema de los escritores entre academia o mercado se parece demasiado a aquello de Gog y Magog, soviet o capitalismo: dos males. Es como el falso dilema de las mujeres: ¿matrimonio por conveniencia o prostitución? Personalmente, sigo creyendo en la unión por amor. UPDATE 2012 Humilde acotación: Toda "no-toda" mujer busca a su hombre. En parte lo descubre y en parte lo construye, lo educa, lo inventa.

Un Rashomon santafesino

José Pablo Feinmann: (...) muchos deben estar segurísimos que las novelas de Saer son filosóficas, estoy seguro.

Gabriel D. Lerman: ¿Y tienen razón?

JPF: No sé, son aburridas. Son como muy objetivistas. A mí nunca me pasó gran cosa salvo con Glosa, que quizá sea una novela sobre las distintas postulaciones de la realidad, pero es la versión literaria de la película japonesa Rashomon. Un Rashomon santafesino.

GDL: ¿Te sentís cómodo hablando de estos escritores, te producen resquemores, indiferencia, no compartís el campo?

JPF: No, a mí el canon éste que funciona desde el 84 más o menos no me interesa.

GDL: ¿Cuál?

JPF: Saer, Piglia, Aira. Y veo como se van metiendo algunos, Martín Kohan, Chefjec. Veo así a esa bandita “puanista”. Pero me importa un carajo realmente.

GDL: No los sentís, digamos, pares.

JPF: No, mis pares son Belgrano Rawson, Saccomanno, Rivera, Viñas, Tununa Mercado. A Tununa Mercado la admiro muchísimo. En cambio, ellos me parecen más operadores literarios que escritores. Es tanta la desesperación operativa que tienen y el entronque académico que se centró en la figura de Beatriz Sarlo. Beatriz Sarlo fue la operadora literaria de dos décadas prácticamente. Bueno, yo no entré en sus esquemas de poder jamás. Supongo que todo lo contrario, pero ha elegido sus escritores, Chefjec, ahora Kohan, pero sobre todo Saer. Saer es el escritor de Beatriz. En los 80, Respiración artificial fue una novela que a mí me hinchó las pelotas de una manera.... Duró demasiado, en el sentido de una canonización tan absoluta. Cuando te canonizan tanto un autor, y durante seis años te dicen que un tipo es Dios y todos los demás son una basura, bueno, es incómodo estar en un lugar así. Pero no me sorprende tanto. Es claro que son operativos culturales ligados a las becas, ligados a las academias, ligados a los viajes, ligados a los congresos de literatura, todas esas cosas en las que yo no participo para nada. Jamás gané una beca, creo que fui una sola vez a un congreso de literatura. No soy amigo de Halperín Donghi, que bendice desde el norte, lo que debe ser y lo que no debe ser. Pero bueno, nada, todo esto es una especie de puteada demorada, ya vieja.


La entrevista completa, en el Radarlibros de esta semana.

Sunday, June 12, 2005

Vitraux

Resplandece el azul en su contorno oscuro:
el ramaje invernal del fresno abraza
los últimos cristales.

Lo divino del sol

Domingo: Sunday.
Sunny Sunday.

El vacío es mirar el reflejo del sol en el relieve del azulejo del baño y no pensar más en nada. Olvidarme de mí, de mí y de mi destino; sólo hay sol, y ese dibujo, y algo como la bruma que sube de un humus de recuerdos agradables (tardes de sol, de domingo; la voz de abuelita, la de papá) y no pensar en nada: bienaventuranza.

Antes creíamos en esas cosas. ¿Por qué no ahora, cuando más las necesitamos? Creíamos en lo divino del sol. En que mirar el dibujo del azulejo, en el olvido de sí, destrababa -en alguna parte- algo. Creíamos que la losa de la mazmorra se correría si éramos buenos, si abrazábamos la nada hasta transmutarla en vacío, si meditábamos y hacíamos de nuestra meditación una plegaria.

El problema siguen siendo los problemas que no tienen solución práctica. Esos son los que requieren de la fe; fe en una intervención, digamos, sobrenatural. Hoy más temprano pensaba, durante el desayuno, que si quisiera darle una solución práctica a mi problema tendría que matar a mi ex jefe y también a todos sus posibles vengadores, es decir: masacrar a unas treinta personas. Imposible. Impensable. Forget it, man. Además tampoco es demasiado honrosa la idea de hacerle trampa a las reglas de la tragedia, que dictan que un error grave debe ser pagado. Yo cometí mi error, y lo pago teniendo un enemigo: un enemigo que me bloquea todas las puertas. No poder abrir nunca más una puta puerta en mi vida me resulta, dentro de todo, tolerable. Sobre todo porque es lo justo, la correcta retribución por mi error trágico; si me resultara más barato no sería trágico, y sin una tragedia que lamentar no sé qué lírica escribiría. Pero estoy dándome cuenta de que escribía mejor antes, cuando tenía esperanzas. Y más intolerable todavía que estar bajo esta ley intolerable es la imagen del olvido después de la muerte. Sólo por eso es que quisiera patear el tablero, pero no se puede. Ni se debe. Nadie debería ser tan torpe como para buscarse los enemigos más despiadados y cavarse su propia fosa hasta llegar a un grado desesperante de acorralamiento; pero así fue, así están las cosas, y nada indica por ahora que vayan a cambiar.

Entonces: un deus ex machina acá. Algo del orden de la sincronicidad, alguna gracia de la deidad solar: sé que no oirá un clamor desesperado, por lo tanto debo mantener la calma. Pero si miro el dibujo del azulejo, al sol, algo puede moverse. Una amnistía, por qué no. A mi abuelo paterno, de quien se decía en el pueblo que había matado en un confuso tiroteo a uno de los tres sicarios de los conservadores que habían ido a buscarlo a su farmacia en un auto negro para matarlo, lo amnistió Yrigoyen. En cambio yo, yo espero la gracia de un rayo de sol. Si miro, hasta olvidarme de mí, ese azulejo; si lo miro hasta convencerme de que es posible barajar y dar de nuevo, hasta sentir que todo puede recomenzar; si logro creer que algo, allá afuera, puede moverse; entonces recuperaré las esperanzas. Entonces, sé que entonces todo va a volver a ser como antes.

Saturday, June 11, 2005

Pelea, las pelotas:

Ñ, tu debate me abate

Sábado 11 de juÑio: hoy lo lograron. Encontraron en la basura los dos maldititos que querían y dibujaron el bardo soÑado, para que la gilada se lo crea. Dos gallos rampantes en la tapa: pedestre emblema de vanidad y de riÑa. BedoiaÑ, a tu guerra de muÑequitos se le ven las tanzas de pesca, se le notan todos los efectos especiales truchos. Empezando por los gallos embalsamados de la foto de tapa, todo aquí es un equivalente periodístico del viejo truco policial corrupto de plantar evidencias para poder incriminar. "Abatido tras confuso enfrentamiento" (y encima usan esa palabra, "enfrentamiento"): tal el titular periodístico que encubre el tiro a quemarropa en la nuca, la rastrera ejecución en el basural.
Soy escritora, soy argentina, todavía me siento joven, y además cualquiera me puede decir como le dijo Federico García Lorca a Ignacio Sánchez Mejías: "No te conoce el toro ni la higuera/ ni caballos ni hormigas de tu casa. No te conoce nadie...". Y por todo eso es que la nota de Raquel GarzóÑ "La pelea de los narradores" me da asco. No sé cómo se sienten mis colegas ante esto; abatidos, imagino. No creo que a Florencia Abbate le haya causado ninguna gracia que un medio masivo se haga eco de la insidia de Martínez el Imperceptible: "ah, la crítica de libros del medio Tal... es su mejor amiga". Y la autora de la nota, encima, recarga la paranoia: "claro, ella tiró primero, tachó su libro de sobrevaluado".
Ay, sabemos lamentablemente demasiado bien que esa es la forma más vil de desacreditar el talento de un colega, o la calidad de una obra: atribuir su éxito a las buenas conexiones e influencias. Cuando cualquiera que haya leído siquiera una página escrita por Abbate sabe que a los elogios su escritura se los merece.
Y ya que estamos, pregunto: ¿tienen alguna idea los colaboradores de Ñ: Garzón, o el reflotado Gonzalo Garcés, de lo que son las amistades literarias de verdad? Por supuesto que en todos lados se cuecen habas; pero las amistades literarias de verdad no son ni una capilla, ni un cartel, ni una mafia. Son hilos de súbita comprensión que viajan de isla a isla, de escritorio a escritorio, a través de los libros, a través de los poemas y los cuentos, a través de los ensayos y los prólogos, a través de los blogs, a través de las novelas que escribimos. Una amistad literaria genuina empieza cuando uno que escribe se encuentra con un texto escrito por otro y se pregunta: ¿cómo es que a esto no lo escribí yo? Son mis palabras, mis temas y mis adjetivos, en una combinación nueva: plagio no puede ser, ya que a mí no me conocen ni las hormigas de mi casa, que no me reconocen ni cuando las corro con el Raid... (ojo, probé el método budista de explicarles que se tienen que mudar: también funciona). De modo que he aquí una persona, desconocida hasta ahora para mí, que es amiga de esas pocas palabras o combinaciones de palabras con las que mi escritura logró trabar amistad. Donde ella dice "trazo" yo había puesto simplemente "línea"; pero hablamos de lo mismo, y "trazo" es mejor. Quiero encontrarme a tomar un café con esta otra persona. Tenemos que charlar. Sin cortesías de salón. Sin invernaderos ni pasillos. Vamos, que salones eran los del siglo dieciocho y que pasillos son los del poder. Que invernaderos y capillas son los de los palacios. ¿Qué cuentito te contaron, Raquel? ¿Qué serpentina voz rencorosa fue tu fuente? No digo que todos seamos unos santos, no. Debo admitir que los escritores en general somos bastante hijos de puta. Pero llamar "debate sociopolítico efervescente" a un montón de almuerzos peronistas coronados con Uvasal, y trasladar esa lógica de la puteada fácil de borracho, esa miseria mezquina del "viste lo que dijo..." a todo el ámbito de la literatura argentina como si la literatura argentina no se tratara de otra cosa, por ejemplo de libros, es un fraude.

Murió Saer

En París, fumando.

Friday, June 10, 2005

Retorno

(10 de junio)

El soldado que subió hoy al 103 llevaba un uniforme de combate ya incongruente con la edad que delataban su cuerpo y su cara. Nos habló a todos los pasajeros con voz firme y profunda; en el tono protector y tranquilizador de quien trata de mantener alta la moral de sus tropas y lo logra se presentó, nos ofreció banderitas argentinas y señaladores alusivos al día de la soberanía sobre las Islas Malvinas, y finalmente nos deseó un buen retorno a nuestros hogares. Los señaladores que había repartido llevaban su sello. El sello decía: "Luis Coronel. Veterano de guerra. Ex combatiente de Malvinas". La contundencia con que pronunció la palabra "retorno" me golpeó como un témpano. Después lo vimos sentarse junto al conductor, hablando de la humedad como un vendedor ambulante más. "La humedad. Eso es lo que mata", decía pero su prosodia, el modo seguro en que cortaba la frase lo diferenciaba de cualquier mendigo de colectivo. No digo de cualquier "otro" porque sería degradante tildarlo de mendigo. No lo era; era un militar. Así se veía seguramente a sí mismo; así sonaba, además. Al bajar bajo la llovizna se despidió del conductor con la voz estentórea del superior que da o del subordinado que recibe una orden. Había cumplido su misión: que no olvidáramos. El presente volvió a ser banal y plano, la hondura de la historia dejó de estar en carne viva. El tiempo, que se había abierto a su paso, volvió a cerrarse como el oscuro mar en torno a la estela que deja un acorazado.

Thursday, June 09, 2005

El grito sagrado

Para no chocar de frente contra cierta idea nacional de lo sagrado, quiero aclarar que el hartazgo que expreso en mi post anterior no tiene por objeto únicamente al fútbol.
Estoy harta de gritos; punto.
Gritar los goles de Argentina forma parte de algo mucho más amplio: algo que podríamos llamar la grandilocuencia de las pasiones. En un país donde el no ser de clase media -ni alta- equivale lisa y llanamente a morir de hambre sin que a nadie le importe, más que al interesado y (con suerte) a sus familiares cercanos, la insensibilidad se compensa con la grandilocuencia de las pasiones.
Porque los países americanos somos hijos del Romanticismo, y de sus dos religiones: la nación y el sentimiento. Al sentimiento lo suponemos sin más la expresión de un alma humana infinita, complicadísima, incontrolable. La furia y el amor parecen clamar al cielo. El derecho a romper en alaridos nos resulta más inalienable que el derecho a tener alguna dignidad. Todo parece importarnos muchísimo, y en realidad no nos importa nada. Porque si realmente algo nos importara, en lo primero que repararíamos es en el daño psíquico permanente que la violencia emocional deja en las generaciones más jóvenes.
Mis padres, me acuerdo, eran seres profundos. Sus almas tenían tal complejidad que la sola idea de controlar la violencia o el llanto les parecía impensable. El clima no mejoraba saliendo a la calle, donde cualquier bomba casera podía dejarte manco en cualquier momento dadas las ganas incontenibles de cambiar el mundo que tenía por entonces la juventud. Después, tampoco se podía salir mucho a la calle; como todos saben la volvió peligrosísima el patriotismo de nuestras fuerzas armadas, decididas a exterminar a los "extremistas" (es decir, a los extremistas del otro bando). Lo peor no era la idea de que podían torturarte y matarte, sino la certidumbre de que lo harían con ahínco, con dedicación, con genuino entusiasmo.
Después de 1983 brotaron como hongos del moho acumulado por la Constitución demócratas fervientes, capaces de amenazar con linchar por colaboracionista a cualquiera que no llevara puesta aquella ridícula boina blanca con pomponcito colorado de la Juventud Radical. Ahora, más por fiaca que por otra cosa, ya casi ni ando por las calles del centro pero me imagino, por lo que alcanzo a leer en las versiones online de los diarios, que allá afuera la Argentina debe estar llena de pasiones grandilocuentes: allá andarán los piqueteros furiosos, los antipiqueteros furiosísimos, los locos al volante, los familiares de accidentados mortales, los hinchas de Boca, los hinchas de Central... y millones de niños y de niñas con enuresis, pesadillas, asma, trastornos digestivos, trastornos alimentarios, problemas de aprendizaje: criaturas aterrorizadas por los desbordes de los inmaduros que deberían ser adultos, estos niños serán los estresados postraumáticos crónicos del mañana.
No es pasión, es histeria.
Aguante el pecho frío, que no contamina y es más sano.

Wednesday, June 08, 2005

¿Y vos, qué mirás?

Como seré de poco sociable que hasta me llevo mal con ese ganchito animado, autodenominado "ayudante de Word". Y eso que es mejor que el de la versión anterior, que se convertía en perrito en un alarde de obsecuencia y delirio pueril...
Chandler no tenía estos problemas. Tenía otros: el traqueteo infernal de la máquina de escribir molestando a los vecinos como una sierra de descuartizador, las hojas tiradas obscenamente a la vista como pálidos cadáveres. Poe no tenía estos problemas. Tenía otros: se le secaba la tinta, se le quebraba la pluma de ganso, se le apagaba el candil por una ráfaga etérea del más allá, se le moría la mujer, esa clase de cosas. Desgracias dignas, sublimes. Pero no, no que cuando estás rompiéndote la cabeza por lograr un diálogo lo más cáustico y verosímil posible entre el fisgón herido y el archivillano telépata y millonario (créanme, es así, soy el Ed Wood de la literatura) y estás buscando le mot juste (Flaubert dixit) se te BURLA el estúpido ganchito, rascándose la cabecita de metal, y arriba tiene una lamparita amarilla, como diciéndote: ¡Eh! ¿No encontrás la idea genial, you smart ass?
Solución: exterminarlo. A mí nadie me dice smart ass. Habías empezado a caerme simpático con tus otras gracias (sonreír, guiñar un ojo, convertirte en bicicletita y DESAPARECER) pero esto ya es tomarte demasiada confianza. No te puedo dar con un hacha porque no quiero hacer mierda mi monitor, y vidrio yo no como, faltaba más.
Oprimo entonces el botón derecho del mouse, selecciono "Ocultar" y se me abre una ventana, con esta pregunta: "¿Quiere usted que yo desaparezca definitivamente?".
No, mi querido asistente de Word. Sólo te ocultaremos en forma temporaria. Fuiste mi única compañía a lo largo de áridas páginas de edición, corrección, traducciones... Pero ¿podés entender que la novela que estoy tratando de pergeñar en mis ratos libres, de la que ya desespero que llegue a ser un producto medianamente decente, tiene suficientes personajes y me ha cargado de suficientes inseguridades internas como para que vos encima te pares ahí, haciéndome burla? ¿Quién puede escribir una ficción bizarra SERIA si me tomás el pelo de esa manera, y ni siquiera sos humano, sos un maldito gancho dibujado?
¿Entendiste? ¿Sí?
Sí. Ahora, borrate.

Tuesday, June 07, 2005

Dando la cara

Bien. Por fin me envalentoné y con una ayudita de mis amigos subí una foto actualizada. La plaza que se ve al fondo es la que qaeda, digo, la que queda frente al balcón de mi casa (plaza... balcón... húmmm...)
Justo que acababa de descubrir los beneficios secundarios del anonimato. Es decir, no los de cualquier anonimato, no los del simple hecho de ser un desconocido por defecto, sino aquel al que se llega tras un infructuoso asedio que hubiera sido mejor no emprender.
Algo de tal diferencia alienta en el dicho "No es lo mismo ser un alcohólico anónimo que un borracho famoso". Yo diría que no es lo mismo ser un completo don nadie (eso decía de sí mismo ¡nada menos que H. P. Lovecraft!) que haberse convertido en el cargoso de siempre. La segunda categoría corresponde, en una ciudad como Rosario, al artista que no pudo ni quiso acceder a ningún cargo oficial que le habilitara un sueldo a costa del fisco, y entonces -como no hay mercado y uno tiene que vivir de lo suyo- rompe las bolas. Hoy promociona su taller, mañana organiza una muestra, ayer publicaba un libro, pasado cuelga su bio en Internet o cargosea a algún crítico, y así sucesivamente. Las almas sensibles sudan de sólo pensarlo; tanto esfuerzo les da cansancio ajeno. Las páginas de cultura locales no tienen paz. Todo por culpa de una serie de sujetos que no se deciden a emigrar a Buenos Aires ni se resignan a dedicarse a otra cosa, y acosan, como hombres lobo o como dráculas que dan menos miedo que lástima.
Surge entonces, en medio de los argonautas y de los troyanos, una tercera categoría de sujetos que cuentan con las influencias necesarias para borrar el nombre del argonauta de la faz de la provincia. Esta zona de expertos en violencia simbólica y en tácticas contrainsurgentes (básicamente: chisme) me recuerda al arquetípico héroe que les decía al rey y al pueblo aterrado (o harto): Déjenme a mí, yo me encargo (de Beowulf, de Goliat...)
Y se encarga, y el nombre del hinchabolas desaparece de todos los altares de la fama, y el hinchabolas cae en el olvido, y el rey de la ciudad recompensa al exterminador simbólico con un carguito político más. Bueno, no es exactamente así, pero es la fábula que tuve que inventarme para que las cuentas me cierren por algún lado.
Como venía diciendo, esta oscuridad artificial le ofrece al hinchabolas en cuestión una ventaja en la que hasta ahora pocos habíamos reparado. Le permite pensar: "Si trabajan tanto para borrarme, si tanto les importa que yo no figure, si tanto miedo tienen de que yo les haga sombra... es que mi TALENTO les molesta, es que mi GRANDEZA (mi "grossez", como dice Josi) les hace sombra; si tanto me ningunean, es que realmente debo de ser GENIAL... ¡Abuelita tenía razón!". Y así es como todo conflicto interior desaparece de la mente del artista rompebolas, quien desde ahora sólo tendrá conflictos externos. Nada de angustia ante la página en blanco. Nada de acuciantes dudas respecto de las propias capacidades. La hostilidad reinante lo ha convencido: mil Salieris pretenden sabotearme, luego soy Mozart. Por lo tanto cada página que me siente a escribir será inmortal. Bueno, capaz que no, pero... ¿quién te quita esta alegría, papá? Mucho más envidiable que la fama es esta seguridad íntima, que ningún olvido destruirá.
Como dice un personaje de Luisa Valenzuela ("Novela negra con argentinos"): todos somos inmortales mientras estamos vivos.
No, dejá, no me debés nada por la sesión. Es gratis.

Sunday, June 05, 2005

Argentina, 25/05/1810 - 04/06/1975

Acabo de dar con esta efeméride: los 30 años del Rodrigazo en el Cash de hoy. El 4 de junio de 1975, a causa de las drásticas medidas del ministro de Economía del tercer gobierno peronista Celestino Rodrigo, fue el dia en que los argentinos de esta época descubrimos la inflación. (Creo que hubo otra por los tiempos del golpe de Uriburu, allá por 1930, pocos años después de aquella que terminó de sumir en la locura a la Alemania que luego sería nazi.)
Recuerdo un sueño recurrente que empecé a tener en ese invierno: organizaba tours de compras al pasado. Formaba un grupo de gente, cada uno traía su plata y nos subíamos todos a la máquina del tiempo, que en mi sueño era como un avión, o una mezcla de tren y de avión; después nos bajábamos en la semana pasada, o en el mes pasado, y comprábamos cosas. Nada espectacular: aceite, bifes, tomates, papel higiénico... Despertar no era nada agradable. La escasez de papel higiénico, me acuerdo, era desesperante. En el almacén no vendían más de un rollo por persona. Los almaceneros especulaban con el azúcar y el aceite. Tenían la de ganar en la pulseada especuladora con sus clientes. Me acuerdo del té amargo de los desayunos de esos días. ¿Cuánto de la complicidad de las capas medias con la dictadura militar que se venía no terminó de hallar sus mezquinas razones en esas minúsculas desgracias?

Saturday, June 04, 2005

Todo blog es póstumo.

Todo preso es político.


¿Qué es un blogger?
Disiento con Arcadi Espada (v. el Ñ de hoy): ni el blog es individual por definición, ni un blog colectivo es un oxímoron (o una paradoja, o una contradicción). Además, seamos rigurosos al hablar de blogs: las dos categorías que se contradicen aquí no son lo personal versus lo colectivo, sino lo individual versus lo colectivo, o lo personal versus lo impersonal. El blog sí es personal por definición (aún cuando sea periodistico, se trata de un periodismo cuasi novelesco-detectivesco, un periodismo en primera persona) pero eso no lo opone a lo colectivo, al contrario: ¿Qué es un coro, si no es un coro de diferentes voces? Lo colectivo como opuesto a lo personal es la monodia del coro griego, la peligrosamente idealizada multitud.

Un blog es individual por necesidad, por acorralamiento, por desesperación. A la panorámica poptimista del fenómeno blogueril que tiende la nota del Ñ de hoy cual piadoso manto sobre la realidad, hay que oponerle esa pregunta que nadie hizo: ¿qué lleva a un escritor a encontrarse solo en su casa con una PC y un módem, qué lo lleva a que todas sus posiblidades radiquen en eso?
El blog, en esto, se parece al suicidio. Uno no llega por casualidad ni por puro romanticismo a quedarse encerrado en el baño con un montón de agua tibia y una gillette. Son los errores tácticos cometidos, los pactos perversos acumulados, los castigos de silenciamiento aceptados, las culpas autoendosadas durante toda una vida de jugar al juego del poder del lado del que no corre con ventaja los que empujaron, por poner un caso, al poeta ruso Serguei Esenin contra el ya póstumo paisaje nevado de una ventana. Mi blog, por poner otro caso, nace de la furia homicida que siento ante esa metafórica puerta cerrada por cuya rendija entre la puerta propiamente dicha y el marco puedo ver los dos pernos malditos que la traban; era mi única puerta, y está cerrada (definitivamente cerrada) pero la rendija es lo suficientemente ancha como para pasar cada día un papel a su través, hacia afuera, y no hice todo tan mal; por lo menos, todavía, he conseguido que alguien lo abaraje y lo lea. Algunos escritores hemos sido asesinados en vida por nuestros propios colegas, y el blog es nuestro fantasma hamletiano. Pero todo héroe trágico es culpable, como decía una vieja canción: "It's nobody's fault but mine". Calma, calma, viejo lobo estepario del siglo XXI; la mala noticia es que sos un periodista muerto, la buena noticia es que podés ir tomándotelo con calma. El blog (mi blog; no soy quién para hablar por todos) es como si Antígona pudiera burlar a Creonte comunicándose con la polis desde su encierro. Como si Fortunato, a pesar de la broma de pésimo gusto de Montresor, pudiera tender un cable entre la húmeda bodega donde se halla emparedado, y el carnaval.

Friday, June 03, 2005

La tradición

Por Nico Manzi


por una cuestión de desplazamientos todo el tiempo hago las cosas para que salgan realmente mal, pero sin dicha intención, dijo cholo, mientras esculapio perez lo esculpía. lo esculpía realmente? no, lo relataba, lo manejaba. lo hacía ver a través de una lámpara como a través de una pinta de cerveza. siempre me gustó la palabra pinta dijo esculapio, sí dije yo, a mi también, siempre quise escribir pinta, porque es como pintar. como el verbo, sí dijo esculapio. cholo siguió mientras tanto hablando: la tradición nos marca y nos hace ser nosotros mismos, nocierto, entonces no tenemos que preocuparnos cuando siempre va a salir todo en orden todo como tiene que salir realmente todo para el orto es decir bien como está dictaminado por el destino como tiene que ser como no podemos hacer nada para que sea de otra manera así, como un golpe o un grito. así.
mientras aprovechamos y nos atamos los cordones de los mocasines dijo esculapio. te reís de mi le dijo cholo, no le respondió, no te pongas así, no hay nada que podamos hacer, no respondió cholo, nada, nada que podamos hacer. absolutamente nada que podamos hacer, más que hacer lo que tenemos que hacer.


Posteado en Esculapio Pérez Monegal el 1 de junio
Reproducido sin autorización de su autor

Tiempos violentos 2

Este es el problema del tiempo como tema: ¡es tan efímero! Ayer mismo, la dulce primaverilla se trocó en una tensión insoportable, una inminencia de diluvio, nubarrones densos que goteaban y paraban, o lo que Déivid describió como: "está por llover y no puede, como alguien que está por llorar y no puede".
Y hoy, el chaparrón.
Y un medroso sol de mediodía que por momentos refulge fríamente tras los fresnos pelados que parecen esculturas de alambre y esas nubes como de mármol.
La única razón por la que me senté a escribir esto es que no puedo salir hasta que se me sequen las medias.
Mientras escribo, la estufa está haciendo todo lo estufamente posible.

Thursday, June 02, 2005

Aguante(n) el calor

Esta falsa primavera es delicada. El aire es como una caricia. Lo mejor son los efectos sobre la memoria: llevo varios días reviviendo momentos de mi adolescencia. A lo mejor la luna influye. La sensación es la de disfrutar una gracia, una bondad del mundo mismo. Todo parece fácil y amable. La primavera que no es primavera se parece a aquellas primaveras que lo fueron doblemente: la de Praga en el 68 (no la vi, pero me la imagino), y la primavera camporista en el 73. En casa no éramos peronistas y en mis recuerdos se mezclan sentimientos de los dos bandos: el caos, pero también la utopía que animaba la alegría de los jóvenes, una alegría que no se repitió.
Hoy Déivid se quejaba de los rosarinos que se quejan del calor.
Yo lo comprendo.

Wednesday, June 01, 2005

Joda al Yoda

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, fui con una patota de hermanos y primos (todos niños o adolescentes por entonces) a ver La Guerra de las Galaxias (le decíamos así, y no sabíamos que vendrían más) cuando la estrenaron en Rosario, en un cine que hoy es un templo evangelista y que en aquel entonces llevaba el premonitorio nombre de Cine Imperial.
Anoche, siguiendo la recomendación de un cineasta y médico porteño muy amigo, fui a ver Star Wars, Episodio III, La venganza de los Sith. Mi amigo me explicó que la primera parte ahora es la sexta, y me recomendó ver las otras cuatro. Supuse en cambio que ese bache no me resultaría un obstáculo... Supuse mal: si un Jedi paga cara su arrogancia, ¿qué queda para los plebeyos de a pie?

Me quedaron un montón de dudas. La más desesperante: ¿dónde aprendió a hablar inglés el Maestro Yoda? ¿Por qué, encima de ser un sonriente enano orejudo y verde que podría pasar en cualquier programa de TV por el hermano bueno de Bernardo Neustadt, abusa del hipérbaton? No emboca un sujeto, un verbo y un complemento en el orden natural de la prosa inglesa ni por error. ¿Nadie le dice que habla raro? No, al contrario, todos los caballeros del Consejo Jedi lo escuchan respetuosamente, como si además el hipérbaton en virtud de un efecto retórico insondable expresara una sabiduría sobrehumana de por sí. En vez de decirle: "Che, no se dice 'Atacar de inmediato debemos no', porque no se te entiende", se quedan mirándolo, esperando a que termine la frase y caigan el verbo y el adverbio de negación, pasmados como diplomáticos yanquis ante algún anciano canciller de Alemania del Este.
Sí, ya sé que Sancho hablaba en refranes y que Don Quijote imitaba al héroe medieval medio. Ya sé que la saga de George Lucas, objeto de risa y de ridículo para sus contemporáneos que no le perdonamos que no se trate de nuestra época y la consideramos un mero entretenimiento infantil, es a la historieta de ciencia ficción épica lo que el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha fue a las novelas de caballería; ya sé que Star Wars será el Quijote del siglo XXV, y que George Lucas lo presiente -o lo percibe-. Pero Cervantes, manco en combate como Anankin Skywalker y todo, manejaba mejor el recurso de verosimilitud. Sus demás personajes sufrían la incomprensibilidad del discurso de ese tal Alonso Quijano o Quesada en algún lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, y no dejan de celebrar su retorno al habla normal y sensata -es decir, al cronolecto de su época- cuando el antihéroe loco recupera el 'common sense'.
Para George Lucas, en cambio, 'sense' es un verbo. "I sense..." (bastante bien traducido en los subtítulos como "Percibo que...") es la fórmula de apertura de casi todos los juicios apodícticos paranoicos de los nobles caballeros Jedi. Me distraía una y otra vez del placer culpable de contemplar esas portentosas batallas de juguete, rebosantes de fantasía, esa machacante frasecita. Parte de la culpa es mía: si una se pasa la semana corrigiendo o editando versiones al inglés, el recreo no debería ser una película donde los más solemnes personajes, deliberadamente y por algún capricho u oscuro sentido del guión, no aprobarían un TOEFL. Al cabo de más de una hora, Samuel L. Jackson, Ewan McGregor et al. y sus caras de circunstancia estaban poniendo a prueba mi paciencia. No podía tirarles con el pochoclo porque ya estoy algo grande para esas cosas y porque ya me lo había comido todo, pero los amenacé: "Pucha, muchachos, la próxima vez que los oiga decir 'I sense...' me levanto y me voy". Pero cuando volví a prestar atención a la pantalla, ahí estaba esa escena maravillosa: bajo un cielo del color de metal al rojo, en lo alto de un gran pedazo de chatarra que flotaba derritiéndose en un gigantesco y torrentoso río de lava, luchaban los dos jóvenes héroes, trenzando los minúsculos rayitos turquesa de sus espaditas láser en una esgrima inverosímil. Y entendí: "Claro, acá 'sense' es un verbo".
Parece que me hicieron caso; no volvieron a 'presentir' nada, porque ya no había nada que presentir. Los hechos se precipitaban en catacresis como en el quinto acto de una tragedia y revelaban, precisamente, elementos de tragedia (destino de incesto y de parricidio, como en aquella otra saga clásica: la que se inicia con el Edipo Rey de Sófocles), con anagnórisis o conciencia trágica incluida... Sólo que la anagnórisis en el Episodio III, como en los melodramas, le toca al espectador: ¡Cómo! ¡Cómo es posible! ¡El malvado Darth Vader, el cuco que simbolizaba a mi tío en la saga de pesadillas recurrentes de mi prima, en el fondo era bueno! ¡Cómo! ¡Los dulces e inocentes Luke y Leia de mi temprana adolescencia, al final, eran unos trasgresores de aquellos! ¡Y mirá todos los actores que había -tapados de maquillaje- en esta película! ¡Y yo me creí que eran muñecos animados! ¡Cómo! ¡Soy la última en salir del cine por quedarme mirando los créditos de la película a ver quién diseñó los trajes y las naves, y me dejaron la salida de emergencia CERRADA! (Parece que SIEMPRE cierran las salidas de emergencia en este país, y que sólo nos enteramos todos en caso de incendio; pero eso ya pertenece a una galaxia más cercana.)

NOTA del 2 de junio:
Me aclara mi amigo, entusiasta de la saga por los mejores motivos, que la primera película de Star Wars es la cuarta, filmada en 1977. Luego vino Star Wars, El Imperio Contraataca, y luego Star Wars El Retorno de los Jedi en 1981. Lucas retomó la saga con Star Wars I La amenaza fantasma en 1999 y luego Star Wars II, El Ataque de los Clones en 2003 y ahora el episodio III: la Venganza de los Siths.

Decepción del 3 de junio: "Desde la totalidad de Starwars debo decirte que lo escribiste en Joda al Yoda tiene un error, uno solo, en relación a los gemelos Luke y Leia. Son hermanos, pero no son transgresores, salvo que están en contra del imperio militar de los Siths. No hay incesto en las últimas tres partes. Leia se enamora del pirata Han Solo (Harrison Ford) y Luke se vuelve el célibe seguidor de Yoda y los nuevos Jedi. Son los verdaderos héroes de la saga (...)" me aclara mi amigo. ¡Gracias, Fernando!