De puteríos, claustros y consagraciones
"El conventillo" o "el puterío": esos son los apodos que circulan en mi blogosfera amiga para nombrar esa cosa, esa bola de nieve con un oportuno muerto adentro, que anduvo rodando este fin de semana en dos suplementos culturales pertenecientes a la misma empresa, pero especialmente en uno de ellos: el Ñ. (Ver enlace en mi post "Pelea las pelotas: Ñ, tu debate me abate").
El Ñ montó una superproducción y al final mostró la hilacha. El cronista Gabriel Lerman en Radarlibros, en cambio, casi sin proponérselo, tiró con mucho tino de la lengua de José Pablo Feinmann. Sin nada que perder, contento porque acaba de terminar de publicar su trilogía de novelas filosóficas con la que empezó hace cuarenta años (¡ESO es paciencia!), el viejo escritor destapó una olla desde donde salió exactamente el mismo olor que todos venimos sintiendo desde hace veinte años. Dijo exactamente lo que tenía que decir, y diciéndolo corrió el eje de la discusión. Sus declaraciones (ver fragmento de la entrevista y enlace a la fuente en mi post "Un Rashomon santafesino") revelaron una construcción falaz, dejando al descubierto la artificialidad de los criterios en que se fundamenta la dicotomía "academia versus mercado" que constituyó el eje de la nota en Ñ.
El gran deschave de Feinmann puso en evidencia la falsedad de cierto supuesto, hasta ahora indiscutido, en el que se cimienta o se cimentaba el poder académico. El supuesto en cuestión es que si la academia protege a los escritores que escriben raro, en difícil, o en un estilo no apto para todo público, lo que está protegiendo con eso es el propio deseo del escritor. Tal supuesto se monta a su vez sobre otro, que le proporciona su marco y su sentido: el del mercado como el gran prostituidor. El sustrato, el bottom line de este argumento es que el mercado te quiebra, te pone perversamente a merced del deseo del otro, te somete a las fantasías de la masa, en suma: convierte al escritor en una puta.
La salvación del destino de mercancía ¿estaría entonces en ese convento de monjas restitutas que es la academia?
Allí por ejemplo Martina la detectivesa detectora de conspiraciones, si no hubiera dado el mal paso de ese premio que ganó, sería una respetabilísima Sor Guillermina que contaría a lo mejor los mismos crímenes que tanto la obsesionan pero los contaría como a ella se le antoje, por ejemplo con mucha coma y ningún punto a lo largo de párrafos de varias páginas; es decir, los contaría como Dios manda, o sea como manda Saer que está en el cielo desde antes de ayer.
Así son, por ejemplo, las primeras páginas de "Segundos afuera" de Martín Kohan. Kohan narra el combate Firpo-Dempsey en ese estilo comatoso que Saer consagró. Le sale bien, admitámoslo. En realidad no tengo nada contra Kohan salvo la ligera irritación de ese déja vu que me llevo a cerrar su libro y dejarlo donde estaba. (A diferencia de lo que me pasa con los libros de otros contemporáneos: Patricia Suárez, Roberto Bolaño, Michael Chabon, ante los cuales si tengo que lidiar con el impulso de no comprarlos es porque se trata más bien del impulso -hasta ahora reprimido: siempre termino pasando por caja- de robarlos, de huir románticamente con esos libros.) Quiero decir: lo que encontré en esas páginas de Kohan creo que tampoco era su propio deseo. ¿Pero cómo saber si escribió lo que él quería? ¿Quién está en condiciones de saber por dónde pasa el propio deseo de otro? ¿El crítico? ¿El autor? ¿Su analista? Esto, más que preguntas sobre Kohan, es un koan (zen) de respuesta imposible.
En otra sección del mismo diario Página/12, la psicoanalista Magdalena Gonzalez se basa en lo oído y elaborado en la clínica para hablar del daño psíquico que sufren las mujeres en situación de prostitución, con sus cuerpos a merced del deseo del otro (ver: La otra tortura). No sólo de los clientes: en la clínica salta el papel destructivo del cafishio. ¿Qué le dice el rufián o "marido" a la puta? Le dice: “No sos nada”. Esta "relación de dominación" es "a veces absoluta". ¿Y qué le hacen creer a los escritores los críticos que los 'consagran'? Que sin su beneplácito crítico ellos no existen, son del montón. Que si caen en desgracia con el semidiós que los favorece, no se van a poder levantar nunca más. Dando vuelta la metáfora del puterío en la dirección opuesta, me permito parafrasear el texto de Gonzalez y decir que al escritor 'consagrado' sólo le resta el ser utilizable por el prestigio que proporciona, pero a la vez se le hace sentir que no tiene valor.
La academia como guardiana del deseo: tal el mito, tal el grito de guerra que parece lanzar al aire Damián Tabarovsky en su "Literatura de izquierda". Digo 'parece lanzar' porque no leí todo su libro, sólo los extractos que fueron publicándose en sus reseñas y en la nota de Quintín en TP. Lo que decantó de todos esos fragmentos es esta divisa, este lema: "Por una literatura sin lectores". Donde dice 'sin lectores' léase: 'leída sólo por los críticos'. Y donde dice 'críticos' léase 'críticos de la academia, los demás son opinólogos aficionados'. ¡Qué vivo, así cualquiera es francotirador!
Aleg(o)ría: Cualquiera queda como un paranoico y un imbécil si dice que a Lee Harvey Oswald le pagó las municiones la CIA ("¡y si no me creen pregúntenle a Oliver Stone!") pero Feinmann no es cualquiera y si Feinmann dice que la directora de la revista Punto de Vista es la operadora literaria de los últimos veinte años, habrá que creerle... o mejor todavía, entender que Feinmann incurrió en una sinécdoque involuntaria de nombrar a la parte por el todo y que donde dice "Beatriz Sarlo" (¡Hey, Google!) debería referirse a todo el staff de la revista en cuestión y sus adyacencias, no sólo a un (siempre femenino) chivo expiatorio.
Humilde opinión: Toda obra literaria busca su lector. En parte lo descubre y en parte lo construye, lo educa, lo inventa. El falso dilema de los escritores entre academia o mercado se parece demasiado a aquello de Gog y Magog, soviet o capitalismo: dos males. Es como el falso dilema de las mujeres: ¿matrimonio por conveniencia o prostitución? Personalmente, sigo creyendo en la unión por amor. UPDATE 2012 Humilde acotación: Toda "no-toda" mujer busca a su hombre. En parte lo descubre y en parte lo construye, lo educa, lo inventa.
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