pesadilla oracular
1. Noche
Soñé que vivía en Buenos Aires y tenia dos casas.
Una era la casa de donde tenía que salir; la otra, a donde tenía que llegar.
Guardaba un par de zapatillas en cada casa.
Era de noche, en invierno. Me abrigaba -pero no me calzaba- e iba de una a otra en medias -gruesas, de lana- pensando "Total, me pongo las zapatillas cuando llegue".
Y no llegaba nunca porque me había olvidado la dirección.
Entonces, volvía a la anterior. En el camino, mientras tanto, se me iban ensuciando las medias y la gente me miraba mal.
Pero tampoco llegaba a la anterior porque no me animaba a cruzar una ancha explanada de asfalto por donde pasaban muchos ómnibus y el asfalto estaba lleno de grasa.
Las manchas de grasa no salen de las medias de lana.
2. Día
Armé un libro de poemas y lo mandé a mis editores en Buenos Aires.
Sale el año que viene.
Esto del mundo blogger, la verdad, me está cansando.
Pero... ¿esperar UN AÑO?
Y sí, son esos los tiempos de los libros.
Hay un mientras tanto de oscuridad, silencio, encierro.
Desde que me compré pantuflas, no uso zapatillas en casa: cuando paso varios días sin salir, trabajando en la PC y mandando los trabajos por correo electrónico, siento esa sensación de los pies como descalzos.
3. Noche
Los pies calzados han pasado a simbolizar para mí -en una metáfora literalmente pedestre- la calle.
Pesadillas con calles. Una pequeña luz en la oscuridad: motivo recurrente en mi poesía y eje de mi libro nuevo. No se trata de la luz al final del túnel: es algo un poco más enigmático. Quizás sea un símbolo de la esperanza vana (de la esperanza sin el contenido verdadero de lo posible), o de una fe que es pura voluntad.
El libro poético de Fontanarrosa, en el otro sueño, era el mío.
También era un poco (hice una vez un intento de escribir en Verano/12) el no-blog del no-F.: algo que no es de quien dice ser, un agujero en el ser, una nada simétrica a la de mis libros que aún no salieron y en el medio, derrumbándose, la esperanza de que esta zona virtual se ennoblezca, o por lo menos se vuelva un poco más sólida, se convierta en la literatura o en el periódico que no es.
Mi inconsciente ha estado tratando de decirme que tengo que volver a ocuparme de mis libros de poesía.
4. Día
Ya no hay diarios para mí, una pérdida a la que no puedo resignarme. Y entonces cultivo esta sombra luminosa del diario.
Pero algo sale mal, algo vuelve a salir mal: en mi pesadilla salgo a la calle y me dejo los zapatos en casa.
Estar en ningún mundo.
Olvidar la dirección de la casa donde quedaron mis zapatos.
Peor aún: haber olvidado la dirección de la casa donde mis nuevos zapatos me esperan.
5. Noche
Un zapato que espera: la fe ciega.
Un zapato perdido: cuento de hadas.
La esperanza, sin ningún objeto real.
6. Día
Grados de ingenuidad sintomáticos, patológicos.
De ambos lados: el de quienes nos equivocamos, y -peor aún- el de quienes creían que no íbamos a equivocarnos.
Pero no hay culpa en no ser perfectos.
Sí en esperar la perfección de otro.
Culpa por haber esperado la perfección de otro.
Basta de esperar.
Poner fin al autoexilio.
Reemplazar la esperanza por la acción.
Hay que volver a forjar el mundo.
7. Noche
Para buscar los zapatos hay que cruzar la calle en patas, pero un poco de grasa en las medias nunca mató a nadie.
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