La voz
Tenía preparado desde hace varias semanas (por las dudas, por ninguna razón en particular), guardado en mi blog como borrador, un post de despedida (*). Iba a usarlo hoy, pero me desperté con un ataque de tos. Internet se ha vuelto irrespirable, pero el blog es mi voz. La idea de abandonarlo me resulta tan insoportable como la de seguir escribiéndolo.
Lo segundo, tal como están las cosas, es heroico. El heroísmo me resulta inaceptable. Creo que el heroísmo es básicamente una expresión de inmadurez. La gente madura tiene que volverse prudente, conocer sus límites, aprender a cuidarse. La sociedad tiene que entender que uno ha sembrado y es hora de que coseche algo, aunque sea un poco de respeto. No se puede estar toda la vida empezando de cero, peleando desde abajo. Bah, como poder, se puede, pero es insalubre. Ya luché sin tregua desde mi niñez, defendiéndome siempre contra los habitantes extremadamente malignos de un hogar violento que me hubiera salido más barato abandonar; y todo por honor, por ese honor de quedarme y pelear. Logré no perder mis bienes, pero me costó una EPOC que me destruye bastante la calidad de vida.
Había tomado este año la decisión de no permitir jamás que nadie volviera a hacerme daño. Mi seguridad, mi integridad, son prioritarias. Y yo soy responsable. Es un deber ético que he adquirido para conmigo, no permitir que me dañen. Desoír todo discurso perverso, desaparecer de cualquier lugar donde se emitan esos mismos discursos perversos que en mi niñez fui obligada a escuchar en silencio hasta el hartazgo. Matar en defensa propia, huir si es preciso. Cualquier cosa con tal de que nadie vuelva a vulnerar mi integridad física ni moral nunca más, por lo menos en el tiempo que me queda.
Pero necesito esta voz. Escribo porque NO HABLO, porque me olvidé de cómo era hablar. Hace dos años que cuando quiero hablar lo que me sale es tos. Estuve pensando en emprender acciones que me lleven a tener una vida más "real", pero sé que si voy a ver a un editor me agarra tos, si voy a un diario me agarra tos, toso en un aula, en cualquier reunión, en cualquier lado. No puedo estar en un bar, en un boliche, en ningún lugar público. No puedo leer mis poemas ante el público porque las lecturas de poemas en Rosario se hacen siempre en bares y en un bar todo el mundo fuma y mis bronquios estallan.
Así que no me voy ni me quedo.
Es la situación de la pesadilla del post anterior.
Pavada de conflicto, y encima -esto no lo hago desde un laburo, sino desde casa- a la conexión la pago yo. Es lo mejor que encontré para hacer: quedarme en casa escribiendo. Si salgo, afuera hay humedad, frío, gente que fuma, un aire contaminado que me hace bolsa los bronquios. Si quiero charlar con alguien, termino siendo esa persona amabilísima que lo único que hace es escuchar. Y salvo honrosas excepciones, escucha una estupidez tras otra. Cuestión que hasta que no salga una ordenanza municipal que prohíba fumar en los lugares públicos, tengo que quedarme en casa. Escribiendo.
(Lo que voy a hacer es leer menos.
Sorry, lo hago por mi salud.)
POSDATA: Me había parecido oír otra vez ese horrible ruido de hachas afilándose, y encima todo lo que escuché después fueron voces alegres dispuestas al martirio; pero a lo mejor es una falsa alarma, meras coincidencias, y me preocupé al pedo. Ojalá.
(*)= ACLARO: de despedida SÓLO DEL BLOG (¡nota para arruinarle la ilusión al archienemigo que se haya imaginado cosas piores!)
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