Susan Sontag tenía razón. La empresa de la literatura, con miserias y todo, es mucho más válida que la mera expresión de un yo devaluado de antemano por la estadística.
En este preciso instante hay millones de bloggers baratos expresándose. Y nada hay que un blogger barato odie con tanta fuerza como las ambiciones literarias de los bloggers ambiciosos. O de los "literatos puros", por decirlo con una frase de Claudio Zeiger referida a esa
rara avis que, según él, por estas pampas no se consigue más.
E infiero que el autor de la nota a Forn en el último Radarlibros creerá que no se debería conseguir, porque sus especímenes morirían por boludos, si es que ya no lo hicieron.
Pues yo diferenciaría entre el "literato puro" y el escribiente sin más.
Un expresivo salvaje no llega nunca a autor expresionista. Por más barroquismos que perpetre en nombre de la belleza o la novedad, está afuera del sistema literario (afuera de la "empresa"), pero no por estar sanamente al margen de las trenzas criminales de las políticas literarias, sino porque no ha leído literatura, o no incorpora estas lecturas a su obra. Así, su producción se pierde en el vasto campo del idioma, sin llegar jamás a ser una obra que se inscriba en el horizonte de lo legible como literatura.
Sólo un ingenuo podría arriesgarse a afirmar que la literatura no es una institución. Claro que hay que hacer algo más que escribir para estar "adentro" de esto. Hay que leer. Y no leer cualquier cosa. No hablemos ya de canon y de operaciones sino de lecturas. Distingamos entre lo urgente y lo importante.
No me extraña, Quintín, que Elvio Gandolfo haya estado a la cabeza del grupo entrista: conozco a algunos de sus mejores amigos rosarinos, quienes parecen haber nacido con un ariete bajo el brazo. Conozco también a algunos de sus ex amigos: calumniadores de tiempo completo, pensionados, rentistas, lo que se dice una raza provinciana. Pero, por otra parte, me emocioné con "La reina de las nieves", me desesperé con "En la salina", me divertí con "Boomerang". La concisión de la escritura de E. G. me formó, tanto como el humor delirante de sus conversaciones. Aprendo a escribir algo así como literatura leyéndolo y oyéndolo hablar. Si no lo sepulta el olvido, algún día ojalá lejano recordaremos a Elvio no tanto como el excelente escritor que ya es, sino como el aún más formidable escritor que empezó a ser, el que hubiera sido; contemplaremos con dolor su obra comida a medias por el tiempo y la energía que le robaron sus esfuerzos (imprescindibles, por otra parte) por ganarse un lugar digno bajo el sol.
Sí, los escritores tendemos a formar mafias, por la sencilla razón de que cada diez años se arma una que copa todos los espacios de reconocimiento y quienes quedan afuera, ya sea porque cayeron en desgracia con el caudillo o porque al caudillo no les gustó su cara de entrada, ¿qué hacen?
Fácil: organizan otra o mueren olvidados. Como decimos con mi amigo Guaterresistant, en esto o sos argonauta o sos troyano. No por nada, se me ocurre ahora, todo este lío empezó con un DAF contando una guerra. Homero, le decían en la polis.
Nos aterroriza morir olvidados.
O de hambre.
Pero esto es como el "problema" de los piqueteros. Qué horror, cortaron el tránsito, es lo primero que a uno se le ocurre. Lo que viene a la mente recién en segundo lugar, o no viene nunca, es: qué horror, los dejaron sin trabajo.
Ser de izquierda, si ser de izquierda todavía es algo, es pensar este segundo pensamiento. Es ir un paso más allá del horror moral. Ir incluso un paso más allá del horror ideológico que nos lleva a culpar vagamente al mercado y archivar el caso.
Preguntas:
¿Sólo es culpa del mercado que nuestra sociedad de los poetas vivos haya tenido que caer en el más deplorable estado de naturaleza, donde el plumífero es un lobo para el chupatintas? ¿El actual estado de este oxímoron de literatura argentina que tenemos es sólo culpa de la vanidad de una gentuza que pierde el tiempo haciendo algo tan idiota como garrapatear boludeces y encima aspira a la inmortalidad? ¿Y la educación? ¿Nunca nadie se preguntó por qué entre los intelectuales se usa como un insulto la palabra "escolar"?
Si tuviéramos una educación verdaderamente democrática, no seríamos la sociedad fascista que somos. Donde la autoridad puede contra la razón, el mediocre siempre encuentra un cargo público desde donde todo lo puede contra el talentoso, que se somete. Que, perversamente, se somete. Y mientras quienes no merecían la muerte prematura ni el olvido se entregan mansamente a la derrota para morir a manos del Otro, porque no pueden con su mortalidad ellos mismos, los mediocres justifican sus propias alianzas turbias y exclusiones injustas amparándose en su bienpensante horror a las inclemencias del mercado.
Léson uán: a un yanqui le cae un piano en la cabeza y le hace juicio a la empresa de mudanzas que no usó una soga como la gente. A un argentino le cae un piano en la cabeza y va al psicoanalista a tratar de entender qué hacía ahí, por qué justo pasaba: ¿doctor, doctor, cómo puedo ser tan autodestructivo?
Parece mentira, pero nuestro problema es que somos una sociedad demasiado ética. Cada uno se hace responsable y culpable de su propio destino. Por consiguiente, no hay red: no son posibles ni la tragedia (que implica un elemento de fatalidad, cierta voluntad divina, o el azar) ni la historia (constituida por hechos, no sólo por sujetos) ni la sociedad civil (donde las responsabilidades se reparten) ni la justicia (la idea de que las responsabilidades se reparten, y el modo de lograr que se repartan, lo que no es nada fácil), ni nada. Nada es posible. Sólo el mal.
Sólo bandas en el desierto, como en la saga Mad Max...