¿A qué vino Zizek?
¿A casarse y ser feliz, como la muchacha italiana de la telenovela "Muchacha italiana viene a casarse"?
¿A pensar?
¿A arrullarnos con su denso acento, a que su aspecto nos evoque fábulas infantiles con gnomos barbudos en bosques? ¿Viene a maravillarnos con sus trucos de gurú siberiano que lee signos en las cáscaras de los huevos de chocolate, o en los silencios de las películas de Hitchcock, o en el goteo de la pileta de la cocina? ¿Es un poeta, un demonio, un mesías, un hechicero, un mago? ¿Es alguien que viene a darnos la sensación de que estamos viviendo por fin en el mundo de las películas, en el mundo de los viajes, oh, en el mundo, en el mundo de verdad?
¿Viene, Diego, a que lo disfrutemos?
¿Viene a demostrarnos que el campo intelectual argentino es un asco? ¿Es un ángel, un ser puro, incontaminado e incorrupto? ¿Nadie se hizo la pregunta que había que hacerse, la única que valía la pena, la de cómo no podemos generar un librepensador tipo genio, brillante y desparejo como Zizek, nosotros mismos?
¿Y qué hicimos con los librepensadores que teníamos?
Los matamos de hambre, los mandamos al manicomio, los empujamos al exilio.
Todos, todos están muertos en el fondo del río.
Argentina no sabe cocinar. Comemos en restaurantes o comemos de la basura. Compramos todo hecho, siempre que sea importado. La devoción pasmada y pasiva por Zizek, por los huevitos Kinder, por los Sea Monkeys que nunca lograron vivir en el cloro del agua, demuestra lo que somos y lo que ya nunca dejaremos de ser: un país sin industria, sin producción alguna de valor agregado. Un país cipayo, un enclave económico. Culturalmente autoritario y materialmente agrícola. Con lo fácil que sería, a esa élite académica que tanto nos encanta denunciar sin dar nombre alguno no vaya a ser cuestión que nos excluyan más y más todavía, oponerle un contrapoder, una red de nodos alternativos, de pequeñas revistas en papel, eventos en vivo y espacios en Internet de donde surjan nuestros propios Zizek: gente intransigente, pero además gente que ponga en obra nuestra propia capacidad de aunar pensamiento y poesía.
Producir, viejo.
¿Es tan difícil?
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