Necesitaría un satélite
Necesitaría un satélite que sacara fotos desde arriba para poder ver toda la tierra quemada que me imagino. Y saber dónde termina.
Cada mañana parece que esto se va a terminar pero no, el dolor sigue. El terror afloja, pero el dolor sigue. Cada día me digo: "Ya está. Ya entendí todo. Ya paró". Siempre me digo que mañana todo este duelo ensimismado se termina y mi blog va a poder ser un blog como la gente, modoso y educado, una seductora ventana al mundo, con posts razonabilísimos sobre política, sobre cultura; con enlaces a páginas de autores tan reconocidos como interesantes, a tesoros. Mañana seguro que paro de sufrir (¡pare de sufrir!) y puedo señalar de nuevo las cosas del mundo; hoy -me digo- por fin entenderé, hoy me liberaré, a partir de mañana voy a tener las manos libres y las voy a poder usar como antes para asir las cosas que están ahí afuera, no para tenerme los pedazos partidos al medio, no para no desarmarme.
No es todo el día; es sólo un momento del día. Basta con abrir un cajón que prefería no abrir, encontrar una foto en las páginas de una revista... Inútil fue gastar plata en llamadas telefónicas para pedir ese dato bibliográfico que yo sabía que estaba ahí, en ese cajón; hubo que abrirlo, encontrar la maldita foto. Hubo que ver de nuevo la cara del amigo (me gustaba su cara, me gustaba su risa) a quien por esas cosas de la supervivencia y la política y el darnos cuenta demasiado tarde de algunos detalles tuve que convertir en enemigo un día, hace ya años. Hubo que volver a pensar los chistes para él que todavía se me ocurren; sé que le causarían mucha gracia pero ya no se los puedo contar.
Y ahora no logro cerrar el cajón.
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