Notas para una escritura
En mi post de ayer apareció algo que creía haber perdido para siempre: un cierto tono. Y no por casualidad: además de que durante la semana estuve traduciendo literatura, el de ayer fue un post macerado, trabajado en borradores previos... A medida que reescribía la idea, la mera catarsis de la bronca fue decantando en una prosa más densa y creo que de mejor calidad. Me alegré tanto que hasta leí después con ganas y con una especie de atención flotante de collage surrealista las ediciones en papel de los diarios y los suplementos literarios, encontrando ideas ahí: Sat*n y los neon*zis hoy en el Página/12 (¡qué miedo!); un artículo hermoso en el Ñ sobre la tragedia griega... Pensé: por qué no me meto de lleno de una vez con el tema del Mal, que tanto me obsesiona -y no me permito tener una religión que me permita manejarlo-. Recordé a mis autores favoritos: Philip Roth, E. A. Poe, Horacio Quiroga. Y me dan ganas de poner toda la carne en el asador en un proyecto, no sé si de novela o de cuento largo...
Ese nuevo texto sería la gran mezcladora donde meter mis obsesiones más enfermizas. Quiero expresar mediante alguna voz gótica en primera persona ficcional esta agobiante sensación de no tener el control de mi destino en lo más mínimo, el horror cotidiano de sentir que alguien se llevó el control remoto un día que me distraje. Convertir en relato de ficción esta desesperada necesidad de justificarme ante la culpa de semejante distracción amparándome en la noción de "culpa inocente" propia de la tragedia; animarme de nuevo a ese tono, tortuoso, rencoroso...
De pronto adquiere sentido esto de los blogs: cada post fue una práctica de lanzamiento.
Una escritura es como un cuerpo; una escritura que se pretenda literaria es como el cuerpo de un deportista o un atleta. Si es una guerra, entonces hay que poner toda la carne en el asador: no nos regalen la gloria (nadie lo hará de todos modos), esta aventura es épica.
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