homo blogger
Ved en trono a la noble igualdad.
(Himno Nacional Argentino)
Debería resultar obvio que cuando digo "blogger puro" estoy nombrando una entelequia, un concepto abstracto. Siempre supe que no había bloggers "puros", del mismo modo en que nunca nadie se topó, en persona, con el "Homo Sacer" de Agamben. (Aunque sí puede ser que alguien se haya topado con Agamben en persona en el Centro Cultural Rojas la semana pasada.) Precisamente, lo que quise hacer al decir "blogger puro" fue trazar una figura concentracionaria. Los blogs son un ejemplo de cómo un ámbito hiperdemocrático puede ser, al mismo tiempo y precisamente por eso, un espacio concentracionario.
A primera vista, no puede haber una cosa más distinta de otra. Sabemos que en democracia el ser humano goza de sus plenos derechos, y el blogger "puro" (es decir, aquel al que me imagino no escribiendo en ningún otro lado más que acá) hace uso y abuso de uno en particular: el de la libre expresión. ¿Qué tiene que ver esto con las imágenes que hemos visto y los testimonios que hemos oído de esos prisioneros torturados, desnudos, degradados al extremo? Al prisionero del campo de concentración se le han arrancado por la fuerza todos sus derechos. Pero ese alegre Homo Democraticus en formato blogger que es el blogger puro ha perdido, sin saberlo, un derecho fundamental: el de declararse superior a otro, no esencialmente sino en algún aspecto, y que esa superioridad le sea reconocida.
En un campo de concentración, nadie tiene permitido decir quién era afuera, mucho menos hacer valer su antigua jerarquía. El juez, el director del hospital, pierden sus títulos. Ya nadie se dirige a ellos como "doctor". Sino como "basura" o lindezas por el estilo. Han perdido, además, sus propiedades, y hasta sus nombres: son anónimos. Si eran artistas, han perdido sus obras. Se ha borrado toda diferencia. El campo de concentración es la realización monstruosa, literal, del ideal democrático de la igualdad. Una igualdad rasa: allí nadie es más que nadie porque todos son iguales a cero. Todos son nada. El "ser nada", el "ser nadie", el canto a la insignificancia, brota del mundo alegremente desjerarquizado de los blogs. Es un canto de libertos, pero en alguna medida es un canto de esclavos.