salí a almorzar
Esto ya parece un blog de gente normal; con pausas comprensibles de cinco días entre un post y otro.
En el medio hubo montones de novedades: nota en El Eslabón sobre este blog y otros, inesperadas ramificaciones internas y externas de la misma, pronta presentación de antología en Norma, invitaciones (¡sorpresa!) a más actos culturales oficiales en Atopia, y extensión del cuiducto (Déivid prefiere llamarlo así) gracias a un tubo de cartón aportado por Gabi, un ingeniero mexicano amigo, y a otro tubo de PVC como el que recomendaba Acteón.
Les da un poco de miedito pero lo cruzan.
Y empieza el Mundial. Uno solo de sus detalles me intriga, y no ceso de preguntarme: ¿qué piensan hacer Serbia y Montenegro si ganan la copa? ¿Serrucharla al medio?
¿Se pegarán patadas entre ellos los jugadores montenegrinos y serbios, cuando jueguen? ¿Subdividirán el equipo en dos facciones de cinco jugadores y medio?
No me voy a comprar un televisor pero sí una heladera, porque mi única conexión con el estúpido deporte consistente en un montón de tipos corriendo tras una pelota es el Ser Pingüino (y no precisamente por Kirchner).
No sé, me caen mejor el pool y el ajedrez.
Deportes minoritarios, diría la Sarlo.
Además he empezado a elaborar la hipótesis de que la traducción constituye una forma de meditación: mucha concentración, muchas horas, todos los días; se entra en estado alfa y el cerebro entra en sincronicidad con el cosmos. O no, pero suena re lindo.