Tuesday, May 30, 2006

salí a almorzar

Esto ya parece un blog de gente normal; con pausas comprensibles de cinco días entre un post y otro.

En el medio hubo montones de novedades: nota en El Eslabón sobre este blog y otros, inesperadas ramificaciones internas y externas de la misma, pronta presentación de antología en Norma, invitaciones (¡sorpresa!) a más actos culturales oficiales en Atopia, y extensión del cuiducto (Déivid prefiere llamarlo así) gracias a un tubo de cartón aportado por Gabi, un ingeniero mexicano amigo, y a otro tubo de PVC como el que recomendaba Acteón.
Les da un poco de miedito pero lo cruzan.

Y empieza el Mundial. Uno solo de sus detalles me intriga, y no ceso de preguntarme: ¿qué piensan hacer Serbia y Montenegro si ganan la copa? ¿Serrucharla al medio?
¿Se pegarán patadas entre ellos los jugadores montenegrinos y serbios, cuando jueguen? ¿Subdividirán el equipo en dos facciones de cinco jugadores y medio?

No me voy a comprar un televisor pero sí una heladera, porque mi única conexión con el estúpido deporte consistente en un montón de tipos corriendo tras una pelota es el Ser Pingüino (y no precisamente por Kirchner).
No sé, me caen mejor el pool y el ajedrez.
Deportes minoritarios, diría la Sarlo.

Además he empezado a elaborar la hipótesis de que la traducción constituye una forma de meditación: mucha concentración, muchas horas, todos los días; se entra en estado alfa y el cerebro entra en sincronicidad con el cosmos. O no, pero suena re lindo.

Thursday, May 25, 2006

Rodolfo E. Vignoli

13/10/1932 - 25/5/1997

Wednesday, May 24, 2006

creepy, huh?

¡Válgame Dios!

Justo cuando terminaba de redondear el pasaje de la terrible tormenta del capítulo 9 y de teclear las palabras: "un gran estrépito de piedras y hollín sobre el fuego de la cocina", SE CORTÓ LA LUZ.
¡Qué mejor que traducir "Cumbres Borrascosas" a la luz de las velas!
Con el corte de luz perdí el párrafo de la tormenta; pero como justo Déivid había tenido la buena idea de comprar en el Ejército de Salvación un montón de velas usadas, que yo recordaba dónde había guardado él, pude contar (además de mi proverbial velita Ranchera en el cajón de los cubiertos de la cocina) con luz suficiente para rescatar el párrafo a mano en un cuaderno, guiándome por la versión castellana en papel que uso como guía.
Cuarenta minutos, nada más, duró el corte de luz.
Seguí traduciendo (tengo el original sólo en versión electrónica), y a poco de continuar me topé con este dato: "en veinte minutos cesó la tormenta".
Durante la misma, en la ficción por supuesto, había caído un rayo.
Joseph, el criado supersticioso, había tomado esa tormenta por una "visitation".

"Mierda", dije.

Y seguí adelante. Casi sobre el final del capítulo, estaba agotada. Decidí parar, pero me puse a pispear la oración siguiente como para alentarme a avanzar un poquito más. "En este punto del relato, mi ama de llaves echó una mirada al reloj de la chimenea, y se quedó atónita al ver que las agujas marcaban la una y media", decía.
Atónita me quedé yo cuando eché un vistazo al reloj de la computadora en el ángulo inferior derecho de la pantalla y vi que marcaba la 1:43.

Juro que nunca más, nunca más me voy a reír cuando diga: Bradford, en Brontë Country.

¿Emily vive?
No sé, pero por las dudas le tengo un respeto...

Monday, May 22, 2006

Nido de cuises

Más sobre los animales experimentales


El cuiserío, descontrolado totalmente, nos ha tenido a maltraer.

Primero, el Negro: "Está tratando de coger a su mamá", se quejaba Déivid en perfecto argentino, mambo edípico incluido y todo.

Solución: castración.
La operación fue un éxito; hoy Déivid le sacó los puntos.

Segundo: nuestro estudio y la pieza de Déivid ya eran un absoluto chiquero.

Solución: "El Muro".
Déivid decidió cerrarles la puerta del corral y dejarlos adentro.

Considerando lo silvestres y malcriados que son estos bichos, tantas y tan drásticas medidas de higiene no podían redundar en nada bueno.

Nuevo problema: El Motín.
"Están enojadísimos. Están haciendo una huelga de silencio", dijo Déivid cuando los vio, paraditos en lo alto de sus diminutas celdas de cartón. Habían interrumpido su parloteo.
"Están quemando colchones", informó Déivid.
Puede haber sido mi imaginación, pero cuando me asomé juraría que vi un microscópico teléfono celular en la patita de Dora, la gordita.
"¡Sacale el celular a la gorda, Déivid!", grité desde el comedor. Mi mente, trabajando a mil, ató cabos: conque ese era el idioma extraño en que discurrían. ¡Portugués! ¡Dialecto paulista! La mano venía muy pesada...

Solución: el cuisoducto.
Lo pensé anoche, antes de dormirme, y se lo conté a Déivid esta mañana. La idea, básicamente, fue fabricar un tubo que les permita llegar desde el corral hasta el estudio (les cedo el estudio, pobrecitos) sin enchastrar la pieza de Déivid ni masticarle los libros. En el desayuno analizamos el proyecto: materiales, radio, circunferencia, si era preciso o no abrir ventanas para luz y aire... "Habrá que experimentar", dijo Déivid. "Para algo son cobayos". Y de inmediato echó mano de un tubo de cartón que había juntado en la calle, abrió un boquete en la malla de alambre del corral y lo incrustó ahí. "Ahora voy a negociar con ellos tu propuesta", prometió. No teníamos mucha fe en que tuvieran la inteligencia necesaria para atravesarlo, pero el caso es que superaron nuestras expectativas. Primero, los notamos más animados. "Hay una esperanza", dijo Déivid. "Sí, la luz al final del tunel", agregué. Cuando nos quisimos acordar, todos, incluso Dora, entraban y salían por el tubo como Pancho por su casa.
"Han vuelto a cantar", dijo Déivid. Y me agradeció mi idea.
La paz había vuelto a nuestra estación zoológica de la calle Holmberg.

Seguiremos informando.

Friday, May 19, 2006

un experimento

Para probar nomás, usar un programa que traduce:

'Joseph is loading lime on the further side of Penistone Crags; it will take him till dark, and he'll never know.'

como:

'Joseph es la cal cargante en el lado extenso de Riscos de Penistone; lo tomará hasta la oscuridad, y él nunca sabrá.'


Ya no se trata de automatismo psíquico puro, sino de automatismo puro.

Saturday, May 13, 2006

Nadando hasta dónde?

Con Déivid, empapado inexorablemente nuestro hogar de Cumbres Borrascosas (el año pasado nos tocó Hamlet, no fue joda) hemos venido conversando, en las pocas comidas que logramos pergeñar más por constancia de él que por la mía (no es por falta de guita: sufro por mi parte de adicción al delivery) acerca de las alegorías centrales de los novelas modernas clásicas. Es un tema literario que a Déivid le interesa, porque tiene que ver con su pasión por los animales.

No sé por qué, casi siempre se trata de aves.

Así, la alegoría central de Cumbres Borrascosas es "la historia del cuco", es decir, la del pájaro que pone sus huevos en nido ajeno, desplazando a la cría original. Es explicitada en el tono sensato de la criada Nelly Dean, narradora testigo: Heathcliff es el cuco, Hareton Earnshaw el pichoncito desplazado. Por citar uno de esos datos inutiles que se encuentran googleando páginas de otros enfermos por los datos inútiles que quieren compartirlos (tengo, según Déivid, el atenuante de que yo los busco por mi trabajo), el pájaro invadido en cuestión, en la vida real, es de la especie del acentor común o (en inglés) dunnock. Se lo conoce en Cataluña con un nombre mucho más bonito, pardal de bardissa, y si hubiera en Argentina le diriamos el pájaro gilastrún; encima, pobrecito, se encuentra en extinción, lo que no es de extrañar.

Otra: en The Catcher in the Rye (El cazador oculto, en la versión de Aurora Bernárdez; o: El catcher en el campo de centeno, etc.) de J. D. Salinger, el protagonista (Holden Caulfield) se pregunta a dónde van los patos del lago de Central Park en invierno, cuando el lago se congela. Se está preguntando eso y acaba de escaparse de su colegio y de su casa; es invierno, y no tiene a dónde ir.

Ayer vino de nuevo a visitarnos Rubén, el cobrador (cobrador de la cuota del Taller Ecologista de Déivid y del alquiler de mi inquilina), que se convirtió automáticamente en mi amigo cuando pidió permiso, se arrimó a mi biblioteca, vio los lomos de varios libros distintos con la firma de Chandler, empezamos a hablar de novela negra y me contó que tenia diez libros de Jim Thompson.

¡¡¡Jim Thompson!!!

Lo convidamos con una rica pastafrola casera (obra de Déivid) y, cortésmente, sacó el tema de los pingüinos. Él los vio por la tele, yo en el diario; Déivid no tenía idea, pero justo era SU tema, así que se lució de todos modos: nos contó la historia de los pingüinos Magallanes del zoológico de San Francisco, California.

Un día, los pingüinos Magallanes del zoológico de San Francisco se metieron en su pileta y se pusieron a nadar en círculos. Nadaron sin parar, sin que nadie lograra distraerlos, durante meses; un día, pararon.
¿Qué les había pasado? Resulta que el pingüino Magallanes es un ave migratoria. Habían hecho en círculos un trayecto que, en línea recta, los hubiera conducido a la meta de su viaje.

"Es para matarse", dijimos Rubén y yo, casi al unísono.

Monday, May 08, 2006

Yo también fui un treintañero insoportable

Yo también miraba a los mayores de cuarenta como con ganas de decirle a mi mejor amigo: "Ey, por favor, ¡prometeme que vas a matarme cuando yo me VEA ASÍ!".

Yo también tuve amigos a los que creía que les podía pedir esa clase de cosas.

Yo también me sentí genial a cada frase alambicada, rebuscada y retorcida que escribia, y cuando la releía pensaba: ¿cómo nadie se da cuenta de lo genial que soy?

Yo también creí que todos los demás eran unos imbéciles. Sobre todo si tenían más de cuarenta años. Pensaba que había un gen de la imbecilidad que se detonaba a los 39.

Puede que no me haya equivocado tanto, después de todo.

Yo también creí que cuando alguien me decía por qué no te vas del país, me estaba dando un buen consejo, no tratando de librarse de un treintañero insoportable.

Yo también creí que todos se alegraban de verme.

Yo también tardé diez años en darme cuenta de que nadie me soportaba. Especialmente, los mayores de cuarenta (¡ey! ¿son telépatas, o qué?)

Yo también creí que emborracharse hasta la ceguera era ser súper cool.

Yo también tardé más de diez años en entender la conexión entre aquella idea de que emborracharse hasta la ceguera era ser súper cool y mis nulas posibilidades por entonces de conseguir o de conservar un trabajo.

Yo también le eché la culpa a la crisis.

Yo también me lo creí cuando me dijeron que no me preocupara, que el problema era que me discriminaban por mi talento.

Yo también me creí que toda la gente era tonta, mala y envidiosa... menos yo.

Yo también me preguntaba qué me podían envidiar a mí.

Yo también tuve esos raros instantes de lucidez como el inmediatamente arriba descrito.

Yo también organizaba cosas, organizaba cosas, organizaba cosas.

Yo también tomaba, tomaba, tomaba, y escribía unos textos que a mí me parecían re maravillosos sobre lo re maravilloso que era vivir re dado vuelta.

Yo también me pregunté cómo nadie me daba un premio por ellos.

Yo también creí que iba a morir joven, como mueren todos los talentos incomprendidos.

Yo también creí que era un aristócrata y que no necesitaba trabajar.

Yo también creí que toda mi vida iba a ser lindo y atractivo.

Yo también creí que a esa mujer que me adoraba iba a poder maltratarla todo lo que quisiera, total nunca me iba a dejar porque siempre me iba a adorar, total de última si se iba, yo era tan adorable que todo el mundo me iba a adorar siempre.

Yo también le dije, a esa mujer: nena, si vos te vas, viene otra, ja, ja.

Yo también creí que ella se suicidaría luego de oír aquello.

Yo también tardé más de diez años en darme cuenta de lo equivocado que estaba en los siete supuestos enumerados en las tres entradas previas de esta lista.

Yo también tardé más de diez años en darme cuenta de que el único tonto era...


...adivinen quién.

TEST: ¿es usted...

...una persona muy ocupada?

(o desorganizada...)


Levanta los mensajes del contestador automático sólo cuando agarra el tubo del teléfono para llamar al delivery.

Llama al delivery. Suena el teléfono hasta que usted se da cuenta de que no van a atender porque es lunes.

Así, se da cuenta de que es lunes.

Saturday, May 06, 2006

¡ilustre colega!

La "fidelidad del traductor" es desmentir permanentemente el adagio según el cual "todo traductor es un traidor" y "toda traducción una interpretación". Con semejantes principios, es muy fácil renunciar a traducir verdaderamente.

Jean Laplanche
(traductor de Sigmund Freud del alemán al francés)
FUENTE: Ñ

Friday, May 05, 2006

"We HAD a revolution!

We lost!"

Richard Pryor
(1940 - 2006)


FUENTE:
http://www.kpfa.org/

Tuesday, May 02, 2006

¡Ratas ingratas!

Se morfan TODO estos bichos hijos de mil putas. Todo, menos lo que uno les compra.
Y cuando digo todo, quiero decir precisamente eso. Ya devoraron casi completamente, en sus incursiones matinales al estudio, la bolsa de plástico en que venía la caja con el módem ADSL de Fullzero. Pero a los hinojos no los quieren, no hay vuelta que darle. Encima parlotean en una lengua desconocida que parece guaraní: ¿Curuzú Cuatiá? pregunta uno y el otro insiste: Curupí, curupí. Qué querrán decir, andá a preguntarle a la Negra Sosa. O a Teresa Parodi, mejor.
Lo de ratas es casi literal: son roedores.
Lo de ingratas es porque se siguen creyendo que nos los vamos a morfar nosotros a ellos. Y cuando uno entra en la pieza donde tienen el corralito, pegan un grito de alarma que te parte el corazón.
Así están las cosas en nuestro departamento de zona sur: regamos las plantas, pasé el gato al régimen de Excellent adulto, pastoreamos y alimentamos los cuises, les damos comida a las lombrices también, todo bajo un lindo solcito de invierno mientras avanza mi traducción de Cumbres Borrascosas, que es uno de esos libros donde uno quisiera quedarse a vivir.

Monday, May 01, 2006

una cita

"Y es que tan sólo al otro se puede abrazar, abarcar por todos lados, palpar amorosamente todos sus límites: el carácter frágil, terminal y concluido del otro, su ser aquí y ahora, se conocen por mí internamente y se constituyen mediante el acto de abarcar; es en ese acto donde el ser del otro vuelve a vivir, adquiere un nuevo sentido, nace en otro plano del ser. Sólo los labios del otro pueden ser tocados por los míos, sólo sobre el otro pueden colocarse las manos, sólo por encima del otro podemos elevarnos activamente abarcándolo todo, en todos los momentos de su ser, su cuerpo, y el alma que está en él. Todo esto yo no lo puedo vivir con respecto a mi persona... Yo mismo no puedo ser autor de mi propia valoración, así como no puedo elevarme agarrándome a mí mismo de la cabellera."

Mijail Bajtín
Vitebsk (Siberia),
circa 1924