Nido de cuises
Más sobre los animales experimentales
El cuiserío, descontrolado totalmente, nos ha tenido a maltraer.
Primero, el Negro: "Está tratando de coger a su mamá", se quejaba Déivid en perfecto argentino, mambo edípico incluido y todo.
Solución: castración.
La operación fue un éxito; hoy Déivid le sacó los puntos.
Segundo: nuestro estudio y la pieza de Déivid ya eran un absoluto chiquero.
Solución: "El Muro".
Déivid decidió cerrarles la puerta del corral y dejarlos adentro.
Considerando lo silvestres y malcriados que son estos bichos, tantas y tan drásticas medidas de higiene no podían redundar en nada bueno.
Nuevo problema: El Motín.
"Están enojadísimos. Están haciendo una huelga de silencio", dijo Déivid cuando los vio, paraditos en lo alto de sus diminutas celdas de cartón. Habían interrumpido su parloteo.
"Están quemando colchones", informó Déivid.
Puede haber sido mi imaginación, pero cuando me asomé juraría que vi un microscópico teléfono celular en la patita de Dora, la gordita.
"¡Sacale el celular a la gorda, Déivid!", grité desde el comedor. Mi mente, trabajando a mil, ató cabos: conque ese era el idioma extraño en que discurrían. ¡Portugués! ¡Dialecto paulista! La mano venía muy pesada...
Solución: el cuisoducto.
Lo pensé anoche, antes de dormirme, y se lo conté a Déivid esta mañana. La idea, básicamente, fue fabricar un tubo que les permita llegar desde el corral hasta el estudio (les cedo el estudio, pobrecitos) sin enchastrar la pieza de Déivid ni masticarle los libros. En el desayuno analizamos el proyecto: materiales, radio, circunferencia, si era preciso o no abrir ventanas para luz y aire... "Habrá que experimentar", dijo Déivid. "Para algo son cobayos". Y de inmediato echó mano de un tubo de cartón que había juntado en la calle, abrió un boquete en la malla de alambre del corral y lo incrustó ahí. "Ahora voy a negociar con ellos tu propuesta", prometió. No teníamos mucha fe en que tuvieran la inteligencia necesaria para atravesarlo, pero el caso es que superaron nuestras expectativas. Primero, los notamos más animados. "Hay una esperanza", dijo Déivid. "Sí, la luz al final del tunel", agregué. Cuando nos quisimos acordar, todos, incluso Dora, entraban y salían por el tubo como Pancho por su casa.
"Han vuelto a cantar", dijo Déivid. Y me agradeció mi idea.
La paz había vuelto a nuestra estación zoológica de la calle Holmberg.
Seguiremos informando.
6 Comments:
Parece una historia de mancufias contada por Orwell.
¿Las mancuspias? ¿Las famosas mancuspias de Cortázar?
Probá para los túneles, caño de pvc (el blanco que se usa para los pluviales). No creo que te lo coman, y les podés hacer unos agujeritos para la ventilación.
Yo tuve una amiga a la que le regalaron un conejito. Un día la llamo y me habla angustiada de que tiene que dormir en el comedor. El conejito se había apropiado de su habitación.
Una cruza de mancuspias, de casa tomada y de carta de una señorita en parís, como verás.-
Saludos.-
Y hablando de vomitar conejitos, resulta que los conejillos de Indias ¡no vomitan! Hoy Dora (alias la gorda) se había intoxicado con algo que comió, y tosía. Pero encontró una bolsa de llantén en un rincón, rompió el plástico, comió llantén y se curó.
Al cierre de esta edición, le estaba hincando el diente a unas espinacas.
En cuanto al material del tubo, el primer tramo es de cartón. Déivid encontró en la calle una bolsa de alimento para perros que según él puede servir para construir el resto.
Saludos.
Qué suerte que acá adentro hay gente que lee mejor que yo. Quise decir mancuspias. Voy a hablar con mi analista al respecto.
Apdéit: ahora hay dos tramos más, y uno, efectivamente, es de PVC.
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