fractura expuesta
Hoy me contaron por teléfono la película que no fui a ver ayer. Hasta donde pude ver, el conflicto que expresa "Paradise Now", parece guardar cierta semejanza con ciertas broncas argentinas que llevan 3 décadas juntando pus.
A primera vista, la cosa es así: bajo la opresión, si seguís vivo es que te permiten vivir. Y si te permiten vivir es que sos cómplice: tu supervivencia es el premio que te dieron los opresores por tu complicidad. Si te sacrificás, en cambio, si te inmolás, desalentás así definitivamente toda sospecha de corrupción sobre tu persona. Sobre tu persona que ya no va a estar más, pero ese es el precio de la dignidad y de la integridad: tu vida.
Vaya dilema. Que vivir sea un crimen, que cometer homicidio contra uno mismo sea el único acto ético aceptable, ¿no es acaso una tergiversación de la moral en grado extremo? Es decir, ¿no se puede pensar la cuestión precisamente al revés de como se la pensó en su momento? A quienes se metieron bajo las baldosas en solidaridad con los muertos y luego, cuando salieron, sin preguntar ni indagar a fondo, hicieron de la mera existencia del otro un sinónimo exacto de colaboracionismo, y acusaron en consecuencia, ¿no se les podía argüir, acaso, que al sacrificarse ellos por mano propia les estaban regalando una baja al enemigo? En otro orden de cosas, más extremo, ¿qué es un joven palestino que se detona contra un tanque israelí, sino un muerto más, un ladrillo más en el muro de exterminio trazado por el enemigo?
¿Y cómo se puede NO ayudar al enemigo, cómo se podría NO darle el gusto? Si vivís, lo estás ayudando (a sostener su estructura con tu aliento); si mostrás obra crítica lo estás ayudando (a dar una imagen de gobierno democrático ante el mundo); si no mostrás ni decís nada lo estás ayudando a silenciar, si te matás lo estás ayudando a exterminar. Incluso si te vas, lo estás ayudando a expulsarte.
En fin, que un autoritarismo no deja salida. El autoritarismo crea dilemas de hierro, es decir, conflictos morales donde el bien absoluto es imposible. Sólo cabe, en tal caso, elegir el mal menor. Por definición, el héroe trágico es quien elige el mal mayor. Cabe destacar que un héroe trágico no es un héroe. Son categorías distintas. El héroe trágico es protagonista, sí, pero protagonista de una tragedia.
Por su parte, quienes eligen el mal menor, de heroico no tienen nada. No son inocentes porque la inocencia valía la vida, y a ese precio no, gracias, mejor ser culpables. Culpables en una bruma de culpa colectiva, bruma que cada 24 de marzo los brazos desclavados de sus cruces agitarán a falta de posibilidad de acción mejor.
¿Y para cuándo la piedad que sin duda les debemos?
¿Pero qué piedad arrimarle a quien pedía tu vida?