un mundo feliz
Imaginate. Vas un domingo a la mañana al supermercado, buscás en la góndola de los tés y ves una cajita nueva, verde brillante, con la típica hoja de cinco puntas. Trae una advertencia, como los cigarrillos. Adentro de la cajita viene todo el equipo: el papel blanco en su funda de cartón, las hojas picadas envueltas en papel de aluminio. Afuera, un sello: "control de calidad". Y una marca. Se trata de un producto como cualquier otro. Es tóxico, pero menos tóxico que la cerveza o el vino. Al principio la cajera que ve "eso" en tu changuito te mira raro. Después no. Después la gente se acostumbra. Va desapareciendo esa pátina de horror a lo marginal, a lo ilegal, que ahora nos lo hace tan repulsivo y desagradable a algunos. O tan atractivo a otros.
Imaginate despertarte un día y que haya desaparecido la fascinación. Que el Mal ya no esté en ningún lugar. El fin del terror, el comienzo del genuino aburrimiento.
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