Tuesday, October 25, 2005

oro y plata

LA LLAVE DEL COFRE INTERIOR
SE ENCUENTRA EN EL PUNTO DE DESTINO

Hay tanto de Malvinas en El Aura, de Fabián Bielinsky, como en Iluminados por el fuego, de Tristán Bauer. En El Aura hay cadáveres desde el principio; hay un hombre sufrido y memorioso de cuarenta, cuarenta y pico (Ricardo Darín) con una medallita rectangular colgada al cuello y el cerebro herido; hay un cielo del mismo gris de los caminos de grava, un cielo siempre amenazante con nubes de tormenta; hay frío en el clima y aspereza en el trato entre los hombres; hay un "tener que matar"; hay la perversa belleza de rendirse; hay letras en stencil blanco sobre toldos de lona verde oscuro; hay una invasión súbita, un fracaso, hay la impotencia ante la agonía de un extraño; hay, al fin, un animal que salva. Lo que no hay es una conspiración de críticos que se hayan puesto todos de acuerdo para decir que es buena. Lo que sí hay es calidad cinematográfica a raudales, que justifica ampliamente las reseñas favorables. El Aura es la película más argentina que he visto, y además es una excelente película. Mejor que mucho de lo que Hollywood haya hecho últimamente y tan buena como algunas de las cosas que Hollywood hizo en otros tiempos (The Deer Hunter, de Michael Cimino, es una influencia obvia); El Aura es buena al modo de las buenas películas de antes, las de aquel film noir existencial lleno de música densa y obsesionante donde Alain Delon era el rostro duro y bello de un montón de muertes absurdas y de un par de tristes destinos y de una plata que no llegaba jamás.