de aves y huevos
1. martes
HUEVERO: ¡Soy el huevero!
DÉIVID: ¡Cu cu cu chub!
2. viernes
Pucha que no era tan fácil escribir sobre pájaros. Separan los indicios, estos bichos astutos. No es como en los dibujos animados de Disney, donde ves el pájaro cantando, no. En su vida semi silvestre, el pájaro canta escondido en la espesura. Si se deja ver, es que está muy alerta; y tal caso está mudo. Los pájaros no son estrellas de rock. Los pájaros, como los analistas freudianos ortodoxos, se vuelven invisibles para decir lo suyo. O el pájaro audible, o el pájaro visible: una de dos, y a que a la taxonomía te la arme Holmberg. Acá en la plaza hay unos que necesito saber cómo se llaman porque, si mis sentidos no me engañan, emiten un canto remotamente parecido al estribillo de "I am the walrus" (perdón pero es viernes, recién paro, he traducido ciento veinte páginas en dos semanas) y quiero ponerlos en la nueva novela como remate del pregón del huevero. Sería una cita casi textual de los Beatles, armada cual ready-made o collage con elementos provistos por el azar objetivo. Cosa providencial, si las hay: mudarse uno al pasaje Holmberg, llamado así en honor a un injustamente olvidado escritor y naturalista argentino, y que la vida te cante un tema pop clásico... ¡justo del grupo favorito de tu héroe novelesco! Un héroe (vale la pena aclarar) exhausto y frágil, en busca de indicios.
Necesitaría una siesta. "Dormir, tal vez soñar...".
Pero tengo que leer a Patricia Suárez; y lo prefiero.
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