sensación...
...de exilio:
acabo de terminar la traducción de "Wunderkind", un cuento de Carson McCullers, y me queda una sensación como de final de veraneo. Ganas de quedarme a vivir ahí, en esa intensidad y en esa densidad de los personajes del cuento. En esa sala con un piano y en esa tarde en que transcurren la casi totalidad de sus ¿trece? páginas.
Ese cuento es un mundo, es un lugar.
Gracias a la maestría de la autora en lo sugerente del detalle y del gesto, creo adivinar el pasado no dicho y hasta el futuro de esos cuatro músicos que lo habitan. En especial el de la que se va. Irse de un mundo, de eso se trata el cuento. De eso también se trata terminar de leerlo. O de traducirlo, que fue como hacer un pequeño documental (cámara en mano firme) sobre esa gente tan vívida.
¡Y cómo ella lo escribe así! Laburar pasando a mi idioma esa escritura fue como interpretar alguna de esas piezas dificilísimas que tocan esos músicos prodigiosos.
"Wunderkind", al ser sobre intérpretes y no sobre compositores, se trata indirectamente de la traducción.
Mi sensación de logro supera por mucho lo que siento con mis originales. Puse todo: una vida de joven cuentista me aprovecha, y descanso. Esa maestría del texto me lleva a donde no hubiera podido llegar sola, pero tampoco el texto hubiera podido llegar a mi idioma sin mis mil intentos previos de escribir algo así por mi cuenta. Su logro y mi ambición colaboran, y creo que saltan el abismo. No es un juicio, es apenas -insisto- sólo una sensación. Por primera vez tengo la casi total certeza de haber aportado algo con una traducción mía, o de haber aportado realmente algo. Sin reescribir, sin reinventar: fidelidad al 100%. Fidelidad, no literalidad. No siento que sea una versión más, una ligera variación. Espero que quien la lea también, al terminar de leerla, pueda decir: conocí a esta gente. Viví con ellos trece páginas, una tarde. ¿Qué será de ellos? Los extraño.
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