Tuesday, February 08, 2005

libros, droga y fútbol-ballet

Creo que ficción y narración no son exactamente lo mismo.
Ya Aristóteles en su "Poética" distingue la crónica (es decir, la Historia) de la poesía (es decir, la ficción). El cronista cuenta lo que sucedió; el poeta, lo que hubiera podido suceder.
En una narración, los hechos se encadenan. Pero hay narraciones con cadenas de hierro (la crónica, policial o deportiva; el mito) y narraciones ficcionales.
Por mi parte opino que la ficción es libre invencion lúdica, a diferencia del mito, cuyos atributos y devenires -a semejanza de los del sueño- se imponen como necesariedad ineluctable. Para mí las buenas ficciones tienen mucho de gratuidad, mucho de contingencia. Son ajenas a la necesidad, aunque la finjan. Las malas, en cambio fueron escritas bajo el imperio de la necesidad: las rige el yugo de una cierta necesariedad intrínseca, una "necesidad interior", como dicen la mayoría de los traductores de Kandinsky, excepto mi favorito que es Edgar Bayley, quien en su versión de "De lo espiritual en el arte" (publicada hace décadas por la Biblioteca Vigil de Rosario) inventa el término "forzosidad".
Confié mucho tiempo en esta visión expresionista del arte, hasta el día en que entendí que un proceso creativo es una suma de decisiones voluntarias, conscientes, provenientes del yo; decisiones fundadas en criterios que van desde el gusto hasta el capricho, pasando por la voluntad de lograr una imitación más o menos verosímil del mundo. El deporte y la crónica son verdaderos; el mito y el sueño enmascaran una verdad; la ficción -a mi entender- configura y construye un verosímil.
Uno, entre muchos posibles.
Hay un lado cobarde en lo lúdico, y es su horror a lo ineluctable.
El deporte se las ve todo el tiempo con lo ineluctable. Un pelotazo al arco, un gancho de zurda a la cabeza, demandan sí o sí la defensa, exigen la respuesta inmediata del cuerpo. Son "estrategias fatales", diría Baudrillard.
El deporte no es violento, pero comparte con la violencia, con el sueño y con el mito su ineluctabilidad; la ficción podría prescindir tranquilamente de sí misma. Tanto es, como podría no ser. Vladimir Nabokov, Michael Chabon, escriben -para mi gusto- buenas ficciones.
Pero "Zama" de Antonio Di Benedetto, a pesar de su excelente comienzo y de su buen final (lo leí en El Ateneo), es un libro que se me cae de las manos. Es una novela escrita con un impulso mítico y onírico de total necesariedad que no corresponde al género. Esa expresividad ineluctablemente violenta, a medio camino entre el grito y el canto, queda mucho mejor en la poesía lírica, la más cercana a la crónica y al mito por cuanto dice su verdad. Es precisamente su fidelidad a una verdad interior del autor la que le impide a Di Benedetto (quien, por otra parte, tampoco se lo propuso) construir un Zama verosímil más allá de los arcaísmos de su lenguaje: uno que fuera artífice y no espectador de sus batallas, que demostrara como buen funcionario del virrey estar al tanto de las políticas virreinales españolas en el Paraguay del siglo XVIII, sobre las que hay tantísimo para decir (los españoles que contrataban negros libertos para luchar contra los indios, el papel de las misiones franciscanas y jesuíticas, etc., etc.) y no esa voz ensimismada, como la de un joven poeta moderno que vive encerrado en su pieza y a quien su mamá le lleva mate (a Zama siempre le están llevando mate, salvo cuando le dan chocolate y masitas).
Tarde de librerías, ayer. Tenía poca plata y entré en la de usados de Francisco Garamona (raro caso de buen poeta ficcionalista en esta ciudad) al grito corsario de: ¡Novelística, norteamericanos, contemporáneos! Me traje: "Falconer" de John Cheever (recomendación del librero) y "La caída de los ídolos", de Philip Roth.
No logro que me gusten las obras de autores argentinos.
A Borges lo admiro y emulo, pero no lo quiero. A Cortázar lo queremos, queremos tanto a Julio. Pero es de pendejos tomarlo de modelo, ya basta. A Saer lo adoré hasta la locura cuando leí "La Mayor" (era muy joven, no conocía a Alain Robbe-Grillet), pero el resto de lo que leí de él me pareció siempre un amasijo informe de arbitraria violencia doméstica, Kierkegaard leído en pedo y salamín picado fino.
A Soriano muy pronto lo cambié por Chandler. A Walsh, casi casi lo compro cuando leí "Esa mujer"... estuve por cerrar trato cuando hojeé "Las fotos"; pero... ¡dos cuentos! Dos cuentos y una muerte estúpida.
Y no logro valorar lo que Walsh hubiera sido, ese miembro fantasma continuando el muñón como la función paterna que le aparece por fin a Zama cuando los indios (¿o son los mismos españoles?) le cortan los dedos y eso lo hace inexplicablemente feliz. No me entrego por dos cuentos. Mucho menos por dos cuentos y un sueño eterno, "a big sleep" dijera Chandler (quien, por otra parte, me parece mucho mejor escritor que Faulkner, las motivaciones y rayes de cuyos personajes jamás entendí). Tendrían que ser dos cuentos muy buenos, tan buenos como dos cuentos cualesquiera de Juan Rulfo, o como, digamos, uno de Tolstoi y uno de Chéjov (pronunciar esta frase con la misma estudiada ligereza con que normalmente se pide un helado de chocolate y menta), o como "Haircut" de Ring Lardner y "Big Blonde" de Dorothy Parker si los dos hubieran sido escritos por la misma autora o autor.
Y no es que sea tan cabezadura, filistea, neoclásica o anticuada.
Me gusta "Expreso Nova" de William Burroughs casi tanto como me resulta ilegible (y eso que me los compré, y eso que traté) cualquier obra de Abel Posse o de Néstor Sánchez. Debe ser una diferencia en la calidad de la droga. Dicen que la de Tánger es la mejor del mundo. Incluso el whisky al que accedía Hammett era mejor que la ginebra de Briante o las tucas de Fabián Casas... o el rapé de Cambaceres, para el caso.
Al final lo más decente que tenemos es Lugones. En "La guerra gaucha" está todo Tizón, todo Osvaldo Lamborghini. O "El niño proletario", por lo menos. ESE es un cuento.
De Arlt déjenme con sus Aguafuertes Porteñas... y no se olviden de Fontanarrosa.
Un cronista; y un fanático del deporte.
Dos valores.



5 Comments:

Blogger Unknown said...

Cuantas definiciones!
Fue como presenciar la autopsia de un unicornio.
Hay alguien que pueda dar una definición de arte que no pueda ser rebatida por cualquier otro?
Personalmente, no me interesa conocer las reglas del arte. Aun cuando el mismo Borges aconsejaba no tirar la realidad a los cerdos hasta deglutirla por completo.
No lo digo con soberbia.
Creo que el arte debe permitirse la anarquia y el orden como más le plazca.
Pienso que cualquier definición de Arte, es ficción.
El Arte vive en los ojos de quien la disfruta.
Esta es una definición también.
Pero es una que me ayuda a disfrutar de los sublimes conciertos de pedos, que mi vecino y las paredes económicas me regalan todas las noches.
Aunque para serte sincero, tu blogg lo disfrute mucho mas, y me dejo pensando. Eso es algo que valoro y agradezco. Lo disfrute, fue arte para mi, y estoy seguro que para muchos mas.
Salu2

1:49 AM  
Blogger Unknown said...

Cuantas definiciones!
Fue como presenciar la autopsia de un unicornio.
Hay alguien que pueda dar una definición de arte que no pueda ser rebatida por cualquier otro?
Personalmente, no me interesa conocer las reglas del arte. Aun cuando el mismo Borges aconsejaba no tirar la realidad a los cerdos hasta deglutirla por completo.
No lo digo con soberbia.
Creo que el arte debe permitirse la anarquia y el orden como más le plazca.
Pienso que cualquier definición de Arte, es ficción.
El Arte vive en los ojos de quien la disfruta.
Esta es una definición también.
Pero es una que me ayuda a disfrutar de los sublimes conciertos de pedos, que mi vecino y las paredes económicas me regalan todas las noches.
Aunque para serte sincero, tu blogg lo disfrute mucho mas, y me dejo pensando. Eso es algo que valoro y agradezco. Lo disfrute, fue arte para mi, y estoy seguro que para muchos mas.
Salu2

1:49 AM  
Blogger Omar said...

El niño proletario es un cuento. También El Fiord es LA novela argentina. Pero no es el modelo que tomó la literatura argentina, sino la realidad argentina, y eso puede llamarse cristalización realista de un verosímil literario, algo cruel, oscuro.

5:31 AM  
Blogger Diaz de Vivar said...

Ah, qué buena parrafada te mandaste. Dice Sontag por ahí, con respecto al tema de la "necesariedad" en la obra de arte, que la crítica siempre se ocupó demasiado de ella sin tener encuentra todo lo que de azaroso y caprichoso hay en las decisiones del artista.

En lo de Heker no sabés cómo rompían las pelotas con eso.

6:00 AM  
Blogger xenia said...

Esperaba que me dijeran algo del mate de Zama.
Es la parte de este post que más me gustó escribir.

A Jimena:
Alguna vez quise hacer taller con Liliana Heker.
¿Qué tal es?

6:28 PM  

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