Saturday, January 28, 2006

la ratonera

animales experimentales VI


Hoy entraron canturreando las dos cobayas a mi pieza.
Temprano, sólo pude devolver a su castillo de cartón en la pieza de Déivid a Dora, que está gordísima. La otra, la negra de cuellito colorado, es prácticamente silvestre. Agarrarla requirió una división del trabajo entre las tareas de localización y captura: el gato (investigador nato) hace las veces de sabueso y me indica dónde está. Para mi gato es un juego; pobre, él no sabe que lo estoy haciendo trabajar como policía. Así que en mi descanso en la redacción de un informe y de un artículo anduvimos corriendo la coneja, literalmente.
Espero que la cobaya no se haya traumado mucho por haber tenido que arrinconarla sin dejarle salida (comprendí el sentido de la palabra "ratonera"; es ese) para alzarla suavemente mientras sacudía las patitas con desesperación.

De las 73 páginas que leí hoy por trabajo (60 de novela, 3 de cuento y 10 de ensayo de investigación), esta es una de las frases que más me gustó: "Para una educación que apunta al consumismo, pero que aún vive de los mitos e idealizaciones, las manifestaciones del arte seguirán siendo solamente las obras de arte del millón de dólares". (Nancy Rojas, "El arte del mercado").
Me gusta porque creo que su lógica es transferible a muchos otros aspectos. Para esa misma educación, la única novela es la del millón de copias vendidas, la única película es la de Hollywood, y un poeta no puede ser nunca alguien que se codea naturalmente con el resto de los mortales y que tarda 5 años en agotar una tirada de 300 ejemplares de un libro bueno, muy bien diseñado e impreso, con una mala distribución y casi cero publicidad.
En la entrevista telefónica, Nancy me dice que hay obras de 1.500 dólares y obras de 500 pesos; le pregunto si ve en esto una desigualdad o injusticia, o algún escalafón o jerarquía, y me dice que no, que la diferencia no es de jerarquía exactamente, es decir: no es que las de $500 sean peores que las de U$S1500, sino que el artista recién empieza a emerger, a visibilizarse, a instalarse en el mercado. Son precios que después, si todo va bien, suben.

Como dijo un catalán, "no hay que confundir valor y precio". ¿Es ser venal reflexionar sobre estos temas? Creo que no. ¿Arruinan el placer de producir? No y no. Yo agregaría: no se trata de ser Picasso o ser nadie, y además, ¿quién quiere ser Picasso? Vale decir, ¿quién puede? O: ¿vas a ser un cero a la izquierda porque no escribas como Rulfo? ¿O porque cultives un género, porque plantes tus palabras en macetas en un humilde patiecito dentro de la tradición de la Literatura? ¿Está mal querer vivir de eso como cualquier plomero o electricista?