So long, Marianne
¿Cuánto mundo cabe en una buena canción?
Hoy en casa estábamos escuchando "So Long, Marianne" de Leonard Cohen, y me acordé de una amiga mía que se muda hoy. "Adiós, Marianne" es una canción de despedida extrañamente alegre y juvenil. Se separa de un amor, ¿cómo puede estar contento? Alegremente dice, entre otras cosas:
...Yo creía ser una especie de chico gitano
antes de que me llevaras a casa.
Ahora adiós, Marianne, es hora de que empecemos
a reír y llorar y a llorar y reírnos de todo otra vez.
Y también dice:
Bien sabés que me encanta vivir con vos,
pero me hiciste olvidar de tantas cosas.
Me olvidé de rezar por los ángeles
y los ángeles se olvidaron de rezar por nosotros.
O sea que hay un reparto de culpas interesante, donde la ligan hasta los angelitos; pero hay que ser un poeta como Leonard Cohen para decirlo de esta forma tan bella...
(Amiga, si estás leyendo esto, va mi brindis por tu reencuentro con tus ángeles y con la risa en tu nuevo hogar.)
Pero volviendo a Cohen... un momento, ¿cuál de los dos es el que se va?
Veo que te fuiste y volviste a cambiar de nombre
dice casi al final, en el penúltimo verso. La "verdadera" Marianne, según la página no oficial de Cohen, había dejado a un novelista noruego célebre para irse a vivir con él.
Para mí la verdadera Marianne es la de la canción. Algunos fans de Cohen prefieren referirse a ella como "Mary Ann". Cada uno de nosotros le ha imaginado un rostro. Yo me la imagino de cabello lacio, castaño claro cobrizo, no sé por qué.
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