Las dos Shézicas
Había una vez dos Shézicas: Jessica y Yésica. Jessica tenía 27 años, Yésica 24; Yésica tenía tres hijos, Jessica ninguno; Jessica tenía un sueldo de maestra, Yésica un plan Jefas de Hogar de ciento cincuenta pesos al mes; Yésica tenía un televisor, Jessica también; Jessica tenía una videocassetera y era socia de un video club, Yésica no; Jessica tenía una mutual del Estado que le permitía pagar consultas médicas y remedios en caso de necesitarlos, Yésica no; Jessica tenía un amigo que era juez, Yésica no.
Ocurrió que un día la hija mayor de Yésica, una niña, estaba en la puerta de su casa con hambre y frío. Jessica se compadeció y la llevó a su casa. Le dio de comer, le dio un baño caliente, le brindó atención médica y le dejó ver varias veces "Buscando a Nemo". Jessica durmió, Yésica no. Yésica fue a denunciar la desaparición de su hija, pero tardaron un día en tomarle la denuncia. Jessica habló con su amigo el juez y el juez le dijo que si nadie la reclamaba, que se quedara todo el fin de semana con la niña. El lunes, las tres fueron al juzgado. La niña volvió con su mamá Yésica, pero Yésica tuvo que explicar ante jueces, asistentes sociales, abogados y periodistas que ella no era una mala madre. Que se preocupaba por sus hijos y que se ocupaba de ellos, en la medida de sus posibilidades. Es decir, de sus ciento cincuenta pesos mensuales. Otorgados por el Estado. Por ese mismo Estado que ahora la sentaba en el banquillo del acusado, interrogándola públicamente para averiguar si era una mala madre o una buena madre. A pesar de su escasa instrucción y del profundo miedo de que le quitaran la tenencia de su niña, Yésica mantuvo la calma ante las cámaras de la prensa que publicó su foto en el diario y su cara en la televisión, y con palabras sencillas y voz firme logró convencer a los funcionarios del Estado de que sus hijos estaban en buenas manos, porque estaban donde debían estar, donde correspondía que estuvieran, donde más amor recibirían: estaban con su madre.
Todo esto sucedió en un país y en un tiempo en que el único delito era ser pobre.
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