la oficina virtual
Navegar blogs me conecta con todo aquello de lo que me salvo por trabajar en casa: con un vago malhumor de oficina, puesto en red. Así como existe un olor a carne y a humo artificial que se le puede agregar al bife texturizado de soja para que parezca un asadito (juro que jamás usaría un producto así; te venden humo, como quien dice), los blogs aportan el malhumor de oficina. No faltan el comentario machista, el confianzudo, el desubicado, el sencillamente idiota. Que si las dos nuevas ministras son lindas o son feas, que a dónde vamos a ir a parar si son feas, ya no se puede confiar en la belleza del poder. La noticia es tamizada por el filtro del ánimo, y el ánimo siempre es algo así como gris oscuro. ¿Qué me lleva, pudiendo ser absolutamente feliz oyendo mientras trabajo nada más que el ronroneo de mi gato, los ladridos de los perros del edificio y el piar de los pajaritos de la plaza, a navegar blogs? Es como haber dejado de fumar y echar extracto de olor a faso por toda la casa, por pura nostalgia. Un clima de redacción de diario. Es como llamar al delivery y pedir: "Déme 150 bytes de esencia de redacción... es para condimentar el almuerzo". El tedio laboral, sus voces. Están en los blogs.
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