Wednesday, August 31, 2005

poemas con árboles

Lo más extraño de todo es llevar a cabo ciertas tareas diarias de defensa propia que todavía siguen siendo necesarias (cada vez menos) sin más emoción que un cierto cansancio, quizás una vaga piedad; ni siquiera fastidio. Como quien agarra del cogote a ese borracho molesto y lo deposita en la vereda pero porque es el trabajo de limpieza que toca hacer, y es preciso hacerlo responsablemente y con el menor daño posible. No se trata de ignorarlo altivamente y juntar resentimiento a falta de emociones de mejor calidad, no. Lo único que puedo sentir por un tipo así es pena. No odio, sólo pena. Una forma de la responsabilidad en el cuidado de uno mismo es no quedarse en lugares donde hay tipos así. Otra hubiera sido no ir ahí.

Lo mejor de todo es que esta desconexión de cierto tipo de emociones instintivas básicas ligadas a la defensa del territorio, cuando se las reemplaza por la construcción concreta del propio lugar, día a día, dejan paso a emociones más evolucionadas. Como volver a sentir cariño por un amigo que no veo desde hace años, y ternura por su hija, y la esperanza de reconstituir en algún nivel la amistad. Y que lo que todos estos años fue desconsuelo y una pena infinita, se transforme en algo de esa felicidad o de esa especie de familia que parecía perdida para siempre.

Es el síndrome del proceso de escritura del tercer libro: uno se mete tan adentro en el propio trabajo que empieza a dar con las napas más profundas. Las agresiones superficiales tipo ladrido y gruñido te resbalan: soltás tu herramienta apenas el tiempo mínimo necesario para espantar al perro, y seguís trabajando. Uno se vuelve invulnerable. O cree que se vuelve invulnerable. Empiezan a derrotarte otras cosas:

la duda de si vas a poder o no con el libro. La sorpresa de encontrarte con una chica adolescente que tenía diez años la última vez que la viste; y la primera vez que la viste era un bebé en su cuna, y dormía. Y su papá hablaba en susurros. Y vos y su papá estaban escribiendo cada uno su libro número uno, o dos. Con poemas acerca de árboles invernales y hojas caídas; poemas sobre los colores del cielo y cosas así.