Ofelia
En su novela "Pájaro de celda", Kurt Vonnegut apodó "las Ofelias" a cierto tipo de sobreviviente femenina de la segunda guerra mundial en Alemania: joven, hambrienta, pasada de dolor, presa de una especie de euforia del vacío. Deben haber sido algo casi insufrible. El protagonista cuenta que se casó con una de ellas.
Yo no soporto a Ofelia. Es extrema la crueldad de su ironía dramática: tiene todos los motivos para llorar, y canta como un pajarillo. No puedo toser y traducirla al mismo tiempo. Estoy lidiando desde hoy con los efectos colaterales de la cortisona y con su demencia rimada. Esa idea de hace 400 años atrás de que la verdad era dicha por boca de los locos... Shakespeare pertenece a una época que escuchaba a los locos. A las locas, muy especialmente. No eran histéricas, ni manipuladoras, eran seres que sufrían. Los reyes, en Hamlet, escuchan el dolor de Ofelia. Dolor en lugar del duelo, de las exequias negadas a su padre asesinado por un capricho y porque en algo andaría, escuchando detrás del gobelino... A ella la escuchan. Sus cancioncitas. Infantiles. Patéticas. Donde además manda al frente a todo el mundo. Al final de la escena reparte yuyitos. Se supone que lleva flores en el pelo, que toca un laúd. Una hippie flower power en pleno siglo XVII. Una familiar de una víctima. Una masa de dolor vivo. Y cantando. Encima.
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