"sin embargo estoy aquí"
Consulté cuatro horóscopos esta mañana y en todos me sale que hoy no "voy" (es decir, que nadie nacido entre el 22 de enero y el 21 de febrero va) a tener ganas de hacer nada.
Vaya noticia. Es lunes. Laburé el domingo. Zafé de laburar el sábado (excusa: lluvia) pero con culpa. Había (desapareció) una fuerza que me impulsaba, una desesperación por recuperar mi valor, una pulsión accionista: producir sin parar, pujar para levantar la cotización de mis acciones. Ser madre de mí misma. La vigilia perpetua de navegar en un barco que tiene un agujero en el fondo, ese agotamiento febril que transmite Conrad en "The Heart of Darkness". Dormís y te hundís. Algo pesadísimo se empecinaba en devaluarme, en tirar de mí hasta el fondo del río. Había que remontar un daño, reconstruirlo todo a partir de las ruinas. Había que mantenerse en carrera. Remontar un handicap. Correr más fuerte que los otros por haber arrancado al mismo tiempo, pero desde antes de la línea de largada. Había algo que corregir, como sugiere Franzen en su novela.
Ayer con la gente de la Municipalidad le regalamos a Ivana una remera que decía "Sin embargo estoy aquí".
A todos los antologados en "De las sombras a la luz" les regalamos esa remera. Es la remera perfecta para alguien que llega tarde y que ya agotó todas sus excusas. Quiero ponerme esa remera. No me puedo imaginar cómo nos hubiéramos sentido los de mi generación si a los 24, si a los 30 nos hubieran regalado una remera así. Les obsequiamos semejante invitación a delegar responsabilidades en la Historia, justo a estos pibes que son la seriedad y el hacerse cargo encarnados. Se la dimos justamente nosotros, que nos obligamos a creer en la Infinita Responsabilidad Individual y el Sacrosanto Autoboicot del propio Éxito. Junto con la remera les regalamos la excusa perfecta. "Disculpen, pero los militares mataron a mis padres" parece decir esa remera. "Lo siento, pero nací en el 76".
Es una excusa lo suficientemente sangrienta para ser aceptada. La respalda el sombrío prestigio del genocidio. En Argentina, en 1984, no valía decir: "Disculpen, pero vengo de una familia disfuncional". En 1994 tampoco. Es una excusa demasiado yanqui, no se traduce bien al castellano rioplatense de ravioles domingueros y cuatro generaciones bajo un mismo techo. A partir del 2001, por lo menos, ya valía echarle la culpa al país. Ya podías pronunciar en el consultorio del analista la frase "Es que en este país..." y hasta añadirle un suspiro, sin que el amable terapeuta te corriera con que culpar al FMI era patear la pelota para afuera.
"De la media sombra a la luz de Bengala", se podría haber denominado el evento, por poner una tragedia más cercana como referencia. No niego que me emocioné, que me gustó hacer (por una vez, con el aval oficial) el papel de generación intermedia que le da la bienvenida a la generación joven. No digo que no haya sido una buena idea.
Fue una buena idea.
Pero esa remera, por Dios.
2 Comments:
siempre adorare tu ironia y tu acido sarcasmo.....
pero debes verlo desde el lado comercial....las remeras venian dentro de la promo,con los stickers,y los afiches de calle!!!!...
;)
dabes desde el sur te leo!!!
brisssitassssssssssssssss
Me refiero a la novela The Corrections, de Jonathan Franzen.
Post a Comment
<< Home