Friday, December 09, 2005

ficción anónima

Manuscrito hallado en una vereda

Recién salí a caminar y me encontré con una hoja oficio amarillenta, arrastrada por el viento, tirada en la vereda de la avenida San Martín a la altura del 5800. Me la traje a casa. Está mecanografiada prolijamente en una máquina de escribir eléctrica, con márgenes bien estrechos, y es evidente que formaba parte del manuscrito de alguna novela. Transcribo el primer párrafo:

...habrá, desparramados por aquí y por allá, en los campos dorados y en ciudades frenéticas, gentes que, si se ponen a pensar en el asunto, cosa que es dudosa para la mayoría pero aceptable para una pequeña minoría, supongan que la vida de un poeta es un plácido transcurrir de días y de noches teñidos por la inspiración, marcados por el éxtasis, señalados por la bienaventuranza. Y tendrán razón por supuesto. Basta con mirarme a mí para preguntarse qué cosa hay de más tranquila, más sencilla, más feliz, más envidiable que ser poeta. Sólo que (ay, si estas modalidades adversativas no existieran más que para calzar en un verso, si no tuviéramos que usarlas en la vida diaria) después de una experiencia desconcertante que me tocó vivir hace poco, ya no sé si me atrevería a volver a decir todo lo que he dicho como no fuera para ponerlo en duda...

Y lo bien que hace en dudar de lo dicho este narrador de ficción que algo -pese a las oraciones a pura coma (retorcidas por el pesimismo) y la adjetivación empalagosa- de prosa entiende.
Pero de la vida real de los poetas se nota que sabe poco.
Lo digo yo, que para algo soy poeta en este barrio.


UPDATE 2012: ¿Y no sería de Angélica Gorodischer?