el oro sube
El oro sube, sigue subiendo, y nadie hace ni dice nada.
¿Hay que hacer, decir algo?
El oro -su precio- no sube por casualidad: no sube por propio peso. Cuando en mi post anterior elogié la lucidez de Tomás Abraham al denunciar la falta de capitales privados, me refería (él sí lo deja bien claro en su nota) a los capitales nacionales. Como vitaminas y nutrientes que al abandonar un cuerpo sano lo enferman, dejándolo a merced de bacterias y de virus, el capital nacional se ha retirado de estos lares donde, a la soledad infinita de las vaquitas, ahora se suman para hacerles compañía unos buitres que vienen a llevarse, si no lo que tenemos en la tierra, lo que hay debajo de la tierra: entre esas cosas, está el oro. El oro sube (UPDATE: se me ocurre, es sólo una hipótesis) porque los accionistas de los capitales transnacionales vienen operando en los mercados para que haya menos y valga más. Porque cuanto más valga, más redituable será el oro que las empresas mineras transnacionales extraigan de las minas de San Juan, donde prometen crear fuentes de trabajo al módico precio de envenenar con arsénico los ríos. Capitales buitres, que les dicen.
¿Y cómo frenar el saqueo de un país ya empobrecido?
El gobierno, a esto, no lo frena.
Es una asignatura pendiente.
UPDATE 2: Para una explicación mucho más plausible, véase La ciencia maldita.
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