Saturday, May 28, 2005

Breve reencuentro...

...con M. Cena de popes de la poesía, de la Academia y del periodismo. Todos con miedo de mi weblog, con miedo de mí; pero ese miedo que según Naomi Klein en su columna del Ñ de hoy es el que dan los sobrevivientes de la tortura, los targets del castigo ejemplar. Miedo de terminar como yo si se portan mal, tengo la impresión de que les doy un miedo así.
Ni una palabra entre él y yo después de su "hola". Al final, llegó la cuenta: nada es más penoso que un montón de poetas tratando de deducir cuánto le toca poner a cada uno. Mi entrenamiento en listas de compras y en presupuestos de correcciones de traducciones científico-literarias me había preparado: "Son dieciséis pesos, somos ocho, paga veinte pesos cada uno", dije, delatando mi caída del Parnaso hasta los oscuros bajíos burgueses de la contabilidad. Y mientras mis amigos y ex amigos (imposible, bajo el barniz de la cortesía, distinguir a unos de otros) lidiaban con sus billetitos de veinte de fin de mes, rojizos y arrugados como carne, yo me aseguré de que habría un vuelto y saqué uno de cincuenta. Un billete nuevito, recién salido del cajero automático; lo tiré en medio de la mesa con el gesto de altivo desapego que seguramente imaginó Bruce Springsteen cuando escribió: "And when I walk through that door, I'm just gonna throw that money on that bed / She'll see this time I wasn't just talking / And I'm gonna go out walking". M. P. lo abarajó, lo guardó junto con uno de veinte y otro de diez, y puso uno de cien. Su desafío era más elegante, como más soterrado. Hablábamos en billetes como la gente de antes, que hablaba en el idioma de los pañuelos.
Qué nos dijimos, no lo puedo revelar.