Los Hamlets
Idea para obra de teatro:
Hamlet, pero desde el punto de vista de Claudius.
Adaptarla a la contemporaneidad.
Claudius sería un Aníbal Ibarra, por ejemplo, que tuviera que enfrentarse a los padres de un montón de pibes muertos por culpa de un grupo de rock pelotudo, un empresario irresponsable y pelotudo y un pendejo recontra mil pelotudo que tiró una bengala, todos gritándole: "¡Asesino! ¡Renunciá!"
El romanticismo ha sobrevaluado el papel heroico de Hamlet.
Hamlet tiene una verdad, que es "la" verdad. Con ella se enfrenta al poderoso usurpador y farsante, o a lo que desde su punto de vista sería un poderoso, usurpador, y farsante. Hamlet le pone el cuerpo a su verdad. Pone su voz, su cara, y por consiguiente su cuerpo, en el lugar de la Ley. Hamlet es el vengador sin la venganza: es la escena de la venganza. Hamlet encarna aquello el ganador ha tenido que reprimir para poder ganar y que, como todo lo reprimido, retorna. No cesa de retornar. No cesará de retornar jamás.
La de Hamlet es una vida desperdiciada. Un Hamlet puede ser el hijo del gran escritor que les cuenta a los biógrafos qué loco que estaba su papá. O qué corrupto que era. Denunciar la corrupción está muy bien si realmente se está en lo cierto, pero la vida humana es demasiado breve para consagrarla por entero a ser el palo en la rueda de otro.
Hamlet enloquece de rencor.
Su indecisión es menos un síntoma de obsesividad que un rapto de lucidez.
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