Friday, January 21, 2005

Nadando hasta Bolivia

Fidel, mi fiel hermano en la mañana,
tengo treinta y nueve años, estoy triste,
triste en la ciénaga de mi furia.
No me pidas paciencia,
mil años vietnamitas contra China...
soy médico, debo atacar la enfermedad.
Debo quebrar el fuego de esta nada.
En medio de la selva, sueño con ciudades.
Mi hermano de absoluto,
veintisiete balazos en un blindex
arman una escritura
y no el eco de la muerte animal en los árboles.
¿Encarno el Ideal, con mi barba llena de piojos?
Soy el que con acero debe horadarse
para conquistar la bocanada.
Fui extranjero en mi casa:
nadé para mi madre, roto de frío,
había que enseñarme a respirar.
Yo era el otro Ernesto Guevara, el hijo.
Cuando el aire llegaba a mis pulmones
llegaba por error.
Pensar que jugué al rugby.
Si hasta parezco un proletario yanqui
enfermo de humedad
en esta jungla casi congoleña
donde el comando Jimi Hendrix canta:
Hey, Joe,
I heard you shot your woman down.

“Un pájaro muerto,
cuerpo sin vida
en la puerta: mal presagio
para empezar el día”,
oigo que dice alguien de los nuestros.
No hay puertas en la selva, debo estar soñando.
No hay adrenalina, ni epinefrina, ni mina
pero soy escritor:
estoy armado.