Gatzilla
Mi gato juega conmigo a un juego que él parece haber inventado.
Se para en un lugar del patio, me mira y corre. Sale disparado en alguna dirección que me es imposible prever. Generalmente se para en alguna especie de encrucijada (alguna parte del patio que ofrece más de una posibilidad de salida) y me mira haciéndose el tonto. Emite un maullidito hueco, pseudo infantil, como diciendo: "¿a que no adivinás para dónde voy a salir?". Y de repente ¡zas! si me distraigo, desaparece.
Al minuto, su engolado maullido de triunfo me orienta. Perdí puntaje, parece. Y el juego recomienza. En cambio, si no me distraigo, lo corro para donde dispara. Y después pega la vuelta y sigue en la dirección contraria, pero esta ya es más predecible. Lo sigo y se deja alcanzar. Y me hace "uh, uh", como diciendo: "perdí, pero haceme mimos".
Puede ser que a este juego se lo haya enseñado alguien. A mi gato, en sus primeros seis meses, lo crió una vecina mía, jubilada, que tenía mucho tiempo para él. Mi vecina se levanta a las siete y media de la mañana. Esta parece ser la hora favorita de mi gato para jugar.
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