la nada sin ojos
Nadie nos llama. Se dobla la vida para atrás y a falta de escalas que escalar, la cabeza, lejos de estar en las nubes como parecería, se zambulle y se ahoga en el origen. No hay aire sin espacio (¡la masa, la masa del aire!), y si nadie nos llama, no iremos.
Nadie nos mira. La mirada del otro se fija solamente en una mancha blanca en el retrato de un pulmón. Es por donde vendrá la muerte, se me dice, sin mirarme. Vendrá la muerte y no tendrá los ojos de nadie. Vendrá la nada sin ojos que sostengan, en la retina, la imagen del punto blanco en el retrato del pulmón.
Pago por que miren: cae el cuerpo, desde su propia altura cae. Sin cuna en los brazos, sin nido en el árbol, cae. En la baldosa pública muere sin ser mirado. Hizo un ruido levísimo que nadie oyó. Deja en la nada una ausencia que nadie notará. Cae el cuerpo y deja, grabada en la nada, su ausencia como la de un fósil.
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