Thursday, November 29, 2007

Subject: RE: ¿Seguís ahí?

Existen amistades-amistades y existen (para mí, al menos) amistades-fusible. Las amistades-fusible son las bajas del trabajo literario, podría decirse, sobrevalorando un poco el papel de lo literario; en realidad son bajas, y punto. Aunque no casualmente coinciden con la entrada en un nuevo tema, en un nuevo libro. Las amistades-fusible, como su nombre lo indica, son esas que saltan en pedazos para que no salte en pedazos uno. Se trata siempre de amistades nuevas. Por alguna razón pareciera que es más fácil contarle ciertas cosas a un extraño, a alguien que uno conoce de poco tiempo, que a un amigo de varios años o de toda la vida. Y hay extraños y extraños. A algunas amistades recientes las cuido. Cuido quiere decir que nunca, nunca, voy a contarles algo perturbador así me halle al borde del síncope. ¿Con quién hablar entonces cuando la ansiedad cunde y ni la terapia ni la escritura ni el blog alcanzan? Ciertas cosas tienen el tipo de voltaje que hace saltar todo. Y, por supuesto, uno las cuenta y salta todo. Aclaro: no es que salte en pedazos el otro, lo que salta en pedazos es la amistad. Pero no es tan fácil desenroscar y tirar una amistad como un fusible. Ese momento fúnebre es cuando uno descubre demasiado tarde que ese extraño no era un extraño. Había imágenes, palabras, complicidades, afecto, una belleza de signos que se habían ido anudando; y uno se queda solo con todo eso, como si un ser querido se hubiera muerto. Y el alivio de haber sobrevivido al propio dolor expresándolo y sacrificando así una amistad, se diluye enseguida al comprender que el costo era muy alto. Y al alivio le sigue el duelo. El fin empieza con un silencio (uno justificable, muy justificable) en el correo electrónico. Silencio que amenaza con volverse definitivo: no hubo tiempo para pedir un número de teléfono y, si lo hubiera habido, a cierta altura de la desintegración del vínculo nada garantiza que un llamado vaya a arreglar las cosas. Un matrimonio puede desintegrarse en quince años; una amistad fusible, en quince días, en cinco, en un fin de semana especialmente malo, en quince minutos. Al inicio del dolor le sigue la aún más dolorosa lucha por no llorar, ya que muy probablemente en ese momento uno tiene a alguien lo suficientemente cerca como para que el llanto destruya un vínculo más y se desencadene una imparable reacción en cadena, un efecto bola de nieve. Al menos el llanto contenido, como emoción física, es interesante de observar. Hay que apechugar y juntar fuerzas para tomar nota; siempre sirve. Ya pasé por esto muchas veces y sé que lo más jodido son las primeras 48 horas. Soportar la película de las escenas felices que desfilan una tras otra como en un montaje mersa de escenas mudas con banda de sonido de canción candidata al Oscar. Ayuda pensar en las amistades que quedan, las amistades-amistades que justo al mismo tiempo se afirman y ahondan, pensar en sus papelitos y sus besos y la alegría de sus reencuentros (¡si supieran, si supieran!); ayuda pensar en la esperanza de las amistades nuevas (¡si supieran!); pero ay las contraseñas abandonadas, ay de la mirada de unos ojos perdidos para siempre, ay las complicidades rotas, ay los apodos que no se volverán a pronunciar.
Mejor no perder del todo las esperanzas de que quizás mañana en la casilla de correo aparezca algo. Un milagro: "Subject: RE: ¿Seguís ahí?". Antes creía que era preferible no abrir el correo hasta no tener la plena seguridad de que iba a poder soportar no encontrar el email milagroso. Ahora prefiero abrirlo nomás y capear el cimbronazo, y sacarme la duda... No, no se trata de duda: es la certeza de que no va a haber nada y AL MISMO TIEMPO la espera del milagro. Otra es seguir mandando emails que ya ni se confía en que serán abiertos; pero eso puede resultar contraproducente, destruir el último resto de esa amistad tan breve y frágil y que fue aplastada por la propia ansiedad como un plantín al que le pasa una aplanadora por encima.
Lo mejor es salir con dignidad: un buen email de despedida, pero que no parezca de despedida, porque eso sería una profecía autocumplida. Pedir disculpas, por las dudas, pero con altura. Y repetirse para uno aquella frase de aquel final de aquella novela de Chandler: "Hasta siempre, amigo. No te digo adiós".

UPDATE 30/11: ¡¡¡¡¡¡¡¡ME ESCRIBIÓ!!!!!!!!!!!!!
Y le respondí y ahora me voy a desayunar.

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Sunday, November 25, 2007

Hombres, caballos, tigres, árboles y el mar

Hombres. De chica siempre me fascinaron esos extraños seres grandes y llenos de vida reconcentrada e intensa, fuertes y taciturnos como caballos o tigres o árboles, pero más hermosos aún que los caballos y que los tigres y que los árboles. Los hombres de mi niñez eran serenamente tristes y estaban siempre cansados, y siempre tenían algo que ver con mi padre. Me gustaba guiarlos de la mano a lugares, hablarles y hacerlos reír. Mi madre les temía. Mi padre les convidaba whisky. Yo era feliz si podía jugar al ajedrez con ellos o tocarles canciones al piano. Me gustaban sus voces graves y los olores de sus cuerpos. Los vi sudar bajo el peso de una carga o engrasarse en combate desigual con un motor, y los admiré. Un hombre es algo serio. Me gustaban y me gustan los hombres casi tanto como me disgustaban y me disgustan los niños. Pero involucrarse demasiado con los primeros podría engendrar los segundos, de modo que tengo un problema.
Les temo un poco, por ese famoso asunto del orgullo. Mi madre insistió demasiado en eso. Quizá demasiado. Pero por otra parte a mí nada me halaga tanto como la admiración de los hombres orgullosos, cuando encuentran en mí cualidades que creían exclusivas de ellos. Entonces siento que soy un poco ellos, y eso me hace feliz, porque me gustan tanto que todo lo que pueda acercarme a ellos, aun si logro acercarme lo suficiente para engendrar niños, me resulta insuficiente. Me gusta sentirme devorada por la mirada de admiración de un hombre orgulloso. Y tarde me doy cuenta de que esa mirada pone demasiada distancia. Y quiero estar más cerca, quiero guiarlos de la mano a un lugar. Quiero sentir sus olores de cerca. Y ver su mirada bien de cerca. Me bastaría con uno, uno en particular. Un hombre fuerte que haya sudado bajo una carga y haya soportado y me admire por haber soportado a pesar de no ser igual de fuerte.
Los hombres se parecen a las canciones. Cada hombre, para mí, tiene su forma y su color y su canción. Los hombres dan consejos. No me olvido del inglés que una noche en Mar del Plata me dijo que hay que resistir y luchar, "stand up and fight". Y nos tomamos cuarenta cervezas, las contamos al alba. Ni del marino mercante que me dijo "Vos y yo somos valientes: yo me meto en alta mar, vos te metés con la palabra" y al otro día me presentó a su madre. Los hombres me han salvado la vida. Siempre un hombre me salva de morir de desesperación por otro hombre. Y todo es un drama sereno y civilizado como una novela de Somerset Maugham.
Amo a los hombres.
No a todos, pero a algunos los amo.
Y a otros solamente los amé.

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Día de la no violencia contra la mujer

Hoy, 25 de noviembre, quiero dedicarle este post a una forma sutil de violencia contra la mujer: el mobbing, acoso moral en el ámbito profesional o en el lugar de trabajo. El mobbing suele ser la continuación del acoso sexual. O de una sexualidad mal formulada y mal entendida, por algunos hombres (por muchos todavía, lamentablemente), como conquista y/o destrucción de la mujer y no como diálogo con una igual con sus propias necesidades y derechos. Así que estimado señor colega, jefe, compañero: si esa "minita" que viste luchar hombro a hombro con vos y a quien percibiste quizá como una ilegítima "invasora" de "tu" espacio, te calienta pero no te dio ni la hora (o porque ni se la preguntaste, ¡gil! o porque NO), vos no tenés absolutamente ningún derecho a "vengarte" usando tu porción bien o mal ganada de poder para no sólo influir adversamente en su contra, destruyendo o pretendiendo destruir su carrera, ni para ¡encima! tildarla de paranoica si llega a detectar y denunciar tu juego sucio. Sos un HOMBRE, un simple mortal, y no pretendas comportarte como un dios pagano que lanza rayos contra quien se resista a tu menor capricho, porque lo que terminás siendo es una RATA.
Dedico estas reflexiones a todos los lectores pero muy especialmente a mi ¿ex? amigo, colega poeta de siempre y ex jefe de sección, el Prof. M. P., con la caridad y la compasión que se merece por ser un ENFERMO (curable) y con los restos nada ínfimos del gran amor que alguna vez le tuve.
Y en honor al gran amor que no pudo ser.
Y que no pudo ser, en gran parte además, porque mi autoestima había sido debilitada por años y años de violencia familiar, maltrato emocional y discriminación.
Esta última es la parte de la que sí me hago cargo, porque tiene que ver con mi historia, y que (con ayuda) trato de revertir.
Así que brindo en este día por la felicidad y el respeto que las mujeres nos merecemos. No somos masoquistas, no queremos sufrir. Soportamos con paciencia los misiles que nos tiran porque defendemos con dignidad nuestro territorio, el que con el esfuerzo y la lucha de apenas tres ó cuatro generaciones de mujeres liberadas hemos conquistado.
Pero la paciencia se termina.
Así que, loco, NO JODAN MÁS.

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Wednesday, November 21, 2007

MONTENEGRO

Guerreros éramos de la nada,
nuestra insignia una lágrima de nube;
atrincherados en algún pliegue del viento esperábamos
al tiempo, sólo al tiempo inagotable,
amantes casi en lo eterno y su vacilación de pálida vela,

en la inútil pluma índigo de su luz.

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Sunday, November 18, 2007

La guerra de los santos

Me dejo alcanzar. Por nada, una ráfaga
de viento; una franja de luz.

Este rayo que cae desde tan lejos
no puede sino ser parte de algo.

Todo naufragio espera.
Esto no durará.

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